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jueves, 3 de marzo de 2016

De psicólogas y el espacio entre el infierno...y el cielo

Fernando jugando con papá.


El asunto empezó algunos meses atrás.

Fernando no habla, o mejor dicho, habla muy poco.

Cuando tenía un poco más de dos años y medio lo llevé por esta razón a una terapeuta del habla, quien me recomendó ponerlo en la escuela, además de anotarme que había puntos de alarma sobre alguna actitudes de mi hijo en relación con el espectro autista.

Lo puse en la escuela.

Seis meses después su vocabulario es mínimo. Pocas palabras, cero oraciones simples. Sí, mi hijo se comunica por señas, señalando con su dedo indice, halándome...de mil formas, pero sus palabras son mínimas.

Una amiga sicologa me recomendó un centro especializado en estos asuntos...

El infierno.

La cita fue en horas de la tarde. Fernando tenia sueño, recuerdo, durmió todo el camino. Cuando llegamos, quedó fascinado con una habitación con juguetes, donde entró sin tardanza. Además de emocionarse al ver a otros niños.

Cuando entramos a la consulta, Fernando saluda chocando las manos a la doctora, según su curriculo, logopeda. El ve juguetes, empieza a jugar. La doctora observa y nos empieza a interrogar.

En medio de todo, mi hijo con sueño se acerca porque quiere que le añoñe, hace el amago de buscar teta...ahí se armó el lío.

La doctora se escandalizó. Le trato de explicar que he tenido una lactancia extensa con mi hijo, que he llevado un destete por etapas, que ya no se la doy en las noches, pero que suele tomar unos minutos en la mañana y, cuando estoy con él en las tardes se añoña con los senos para dormirse, que esa toma no es mayor a unos diez minutos...pero ella no me deja, me interrumpe. "Eso es un problema me dice".

Me quedo callada. Enojada.

Cuando hablamos del tema de dormir, el esposo y yo le explicamos que duerme solo y también con nosotros, que lo pasamos a la cama en la madrugada si despierta, que estábamos preparando su habitación para comenzar a llevarlo allá...al igual que con la lactancia también se escandalizó. "Eso está mal. Es un problema".

Me quedo callada. Enojada.

"Lo quieren tanto que le están haciendo daño".

Me quedo callada. Enojada. Empiezo a llorar.

El esposo me sostiene la mano, me mira. No, no voy a pelear, no voy a discutir. Se supone que estoy frente a una profesional ¿del habla? No sabía que iba a hacer un diagnostico de algo que entendía que no era su área de especialización.

El asunto se puso peor. Cada frase nos culpabilizaba. Y en medio de una rabieta de mi hijo porque ella no lo dejaba acercarse a mí, no lo dejaba jugar como quería (debo confesar aquí que lo puso a recoger lo que regó, asunto que entiendo no está mal) se puso peor...

Le dio tiempo fuera. Me explico. Lo sentó en una silla y tomó un reloj de arena pequeño. "Tiene tres años, son tres minutos". Le atrevesó el brazo para impedirle que se pusiera de pies. Fernando lloraba. Yo no entendía que era todo eso, por qué hacia eso. Lloraba y callé. En un momento Fernando lloró tanto que se quedo ensimismado.

Mi hijo tenía sueño. No la conocía hasta ese día, era una extraña que le impedía ir a mis brazos a añoñarse para dormir.

Nos empezó a hablar de autismo, volvió a decir que nuestro amor lo dañaba...

Creo que fue la primera vez en mi vida que tuve el impulsó de golpear (no abofetear) a alguien. A ella.

Pero seguí llorando, confundida y enojada.

Cuando se terminó la ¿consulta? salí atontada, con un conflicto interno de locura. En un primer momento dije que quizás todo era verdad, que le hacia daño a mi hijo. Que mi destete respetuoso era un problema, que el colecho era un problema.

Los siguientes días estuve deprimida, irritable. Veía a mi hijo con resentimiento, con dolor. Dejé de ser la madre que he sido, me convertí en una que quería mantener lejos a mi hijo porque...le hacia daño.

Con los días empecé a cuestionar todo, a cuestionarme.

Le dije al esposo que no volveríamos a esa consulta. Hablé con un compañero de trabajo, cuyo hijo ha sido diagnosticado con un autismo leve y que al igual que Fernando ha sido lactado de manera prolongada. Me abrió los ojos.

Volví a llamar a la terapista del habla a la que lo llevé cuando tenía dos años y medio.

El cielo.

La primera terapeuta de Fernando me refirió dos estudios. Uno sobre la capacidad auditiva de mi hijo y una referencia a una sicologa clínica infantil. Del primero, todo bien.

El segundo me llevo directo al cielo.

Fuimos donde la sicologa infantil. Desde la entrada el espacio era amigable. La recepcionista hasta le dio masilla a Fernando para jugar, y él tuvo libertad de explorar, saludar, jugar con los niños que estaban en espera con sus padres.

Al entrar al consultorio nos sentamos. Fernando fue directo a tomar juguetes y jugó como quiso. Vi en todo momento a la doctora anotar. Nos hizo preguntas. En algún momento salió el tema de la lactancia, pero no dijo que era un problema, aunque su cara fue de sorpresa, no de juicio ni de reprimenda.

Habló con Fernando, quien la saludó, le pasó juguetes, cumplió ordenes. Hizo dos rabietas. Ella ni se alarmó, ni se volvió loca. Simplemente nos explicó algunos asuntos, como que hablarle en ese momento es algo difícil porque no están en disposición de escuchar, nos dijo cómo poder lidiar con estos episodios, nos habló del carácter de Fernando, de todo lo bueno que tenía, de sus cualidades y actitudes que denotan un estado normal de un niño de su edad. Nos llamó la atención sobre algunos aspectos en su manera de jugar e interactuar que hay que atender. Nos dijo que aunque tenía pocas palabras él si se comunicaba, nos habló de algunas experiencias con otros niños.

No nos dijo que eramos un problema, ni que nuestro amor le hacía daño. Sí nos llamó la atención ante algunos puntos como padres frente a sus rabietas, de cómo manejamos las limitaciones que le ponemos y cómo lo hacemos, de que algunas actitudes de nosotros (no lo percibí hasta que me lo señaló) que refuerzan comportamientos que no lo ayudan a avanzar.

Observó a Fernando, interactuó con él, no le dio tiempo fuera, no lo trató como si fuera un autómata.

No me dijo lo que quería escuchar, pero si lo que necesitaba saber.

Entre una  y otra, del infierno al cielo.

miércoles, 18 de marzo de 2015

La "culpa"

El sábado en la tarde tuvimos un accidente casero.

Fernando dormía. Yo estaba en la cocina y el esposo en el baño. De repente escuchamos un llanto desesperado y un sonido de tos desde la habitación.

Mi esposo llegó primero. Fernando lloraba y tosía desesperado. A su lado estaban dos pedazos de plástico que eran de un gancho de colgar ropa. Faltaba el click que los unía. El gancho estaba sosteniendo una apertura del mosquitero de la cuna.

Era uno como este.


El esposo trato de buscar el click en la garganta de Fernando y no estaba. Le golpeamos en la espalda. Esto lo hicimos mientras salíamos corriendo hacía el vehículo para ir a la clínica. A mitad de camino Fernando iba sentado, secándose las lágrimas y mirando el panorama.

Llegamos a emergencia y la pediatra no solo nos hizo esperar, sino que vino con toda la calma a decirnos que lo veía bien por lo que suponía que no estaba en peligro. De paso me comentó que ya había atendido a una niña que se tragó una aguja. Creo que no entendía mi desesperación de madre primeriza.

En la camilla, Fernando se revoltea. No tiene nada en la garganta. Se lo tragó.

Le tomamos la radiografía. El click se ve claro, en el tubo digestivo. Hay que esperar que siga su camino. Pasamos mala noche pendiente de Fernando. Él no, durmió bastante bien, aunque muy ñoño.

Al día siguiente, domingo, en la segunda radiografía de control el click estaba en el estomago.

Fernando nunca dio señales de malestar o dolor. Siguió igual de travieso, mientras el esposo y yo pasamos el fin de semana más tenso de nuestras vidas de padres.

El click salió el lunes en la mañana.

En todo este ínterin, no pude evitar sentirme de lo peor. Culpable. Y cada llamada que recibía de algún familiar ahondaba el sentimiento.

No pude evitar pensar que hubiese pasado en un escenario peor. ¿Cuántos padres no han perdido a sus hijos por un accidente casero, por una situación que no pudieron manejar ni prevenir de ninguna manera?

Es increíble como la reacción primera de la gente sea acusar, porque es una reacción, pienso que no es intencional. No puede ser intencional.

El apoyo es lo menos.

¿Qué padre o madre quiere que su hijo le pase algo malo, se provoque un daño? Creo que ninguno. Pero sin embargo, pasan accidentes y mueren niños por esos accidentes. Y a veces pasan de la manera más azarosa, sin que ninguna medida de seguridad pudiera evitarlo.

Confieso que el lunes, en mi alegría luego de que el click saliera del cuerpo de mi hijo, no pude respirar con alivio. Pensé en los otros padres, en los que pierden a un hijo en esas circunstancias. Pensé en un abrazo grande para todos ellos, uno que les sanara la culpa.

martes, 14 de octubre de 2014

"Complacencias"

A su manera. No hay dudas.


Fernando cumplió dos años hace diez días. Con una personalidad ya muy suya. Risueño, demandante, travieso, curioso, y otras tantas particularidades de mi hijo.

Es un niño apegado a mamá, como todo niño criado con apego. No tengo problema con eso. Pues a su edad es lo normal. Cuando bajamos del apartamento se me suelta enseguida de la mano, se va solo al apartamento de doña Juana, una de las vecinas más dulces que he tenido en vida y que es un imán con todos los niños del residencial. Y desde el balcón de doña Juana me dice adiós sin llorar. También se pasa su tiempo jugando solo, mirando televisión y haciendo sus travesuras.

Hoy fui con él a su pediatra. La razón, empezó a cojear ayer. No es una cojera marcada, pero parece que no quiere afincar un pie. En la sala de espera estaba, como siempre, brincando, jugando con una botella de agua. Se sentó en el piso frente al televisor de la sala.

- "No dejes que se siente ahí. En las clínicas hay muchísimos microbios".

Eso me dijo una visitar a médico. La miré, le sonreí.

- "¿En un pasillo de consultorios? No creo. Aunque no se que esté más contaminado, si la tierra que explora en el macetero de mi casa o este piso".

No me volvió a dirigir la palabra.

Ya dentro del consultorio, Fernando se tensa. Cuando trató de ponerlo en el peso, no se deja. Una rabieta. Al final lo sentamos en una bascula donde acuestan a los más pequeños para pesarlos. Casi 29 libras.

Me siento con él y le explicó al doctor la razón de estar allí. Fernando está bien abrazado a mí, viendo con sospecha al doctor. El pediatra me pregunta la edad.

- "Hace quince días cumplió dos años", le digo.

- "¿Y va a la escuela?", me pregunta.

Extraña pregunta. Le respondo que no, que irá el año que viene.

- "Debería ya inscribirlo. Es tiempo de que esté en la escuela", y me lo dice como si se tratara de una receta.

¿Valía la pena explicar mis razones de no llevarlo aun a la escuela? No. No le dije nada más.

Luego, el pediatra se acerca a Fernando con un estetoscopio. Empieza a llorar. Me abraza. Lo pongo en la camilla y ahí empieza la revuelta. El pediatra me dice que le sujete los brazos. Lo hago. Fernando se retuerce. Así logra el pediatra revisar sus orejas y su boca. Revisa su pierna mientras que a él solo le falta girar la cabeza como la niña de "El exorcista". Lo pone en el piso, lo hace caminar hacía mí. Fernando llora y llora. Hasta que termina el examen y se abraza con fuerza a mi cuello. Lo paseo por el consultorio. Mientras el médico me explica que no encontró nada anormal. Le recetará un antiflamatorio. Pide vigilancia y reposo. Me río, por lo del reposo. El también se ríe.

Me vuelve a repetir lo de la escuela.

Me despido.

***
De regreso a casa, en el Metro se muestra incomodo. Está cansado. Trato de entretenerlo. Pide teta. Se la doy. Escucho murmullos pero no alzo la cabeza. Casi llegando a la parada, Fernando insiste en tirarse al piso, le habló. Se queda entre mis piernas. Me pongo de pie cuando el tren está a punto de detenerse, pero Fernando parece que está deseoso de bajarse, muestra nuevamente incomodidad.

- "Es que usted es muy complaciente".

Me dice eso un chico que no puede tener más de 21 años.

Me bajo del tren sin responderle.

Y yo que pensaba que eso de que la gente se crea con libertad de "aconsejarte" consejos no pedidos, y de juzgarte sin ton ni son era asunto de embarazo y recién nacidos.

No, ahora es que falta mambo.

martes, 1 de abril de 2014

El cunero: el peor lugar para un recién nacido

Foto tomada de "Mi camino a ser mamá".
El jueves pasado tuve que atravesar por un proceso médico que me mantuvo por unas horas en recuperación post operatoria en una clínica. Para mi sorpresa, el área de cunero de recién nacido estaba frente a frente a la sala de recuperación.

Antes de entrar al área de cirugía note que uno de los bebés lloraba mucho. Mucho. Había una sola enfermera en el cunero. Tenía un niño en brazos y trataba de acunar el bebo que lloraba a todo pulmón en una de las cunitas.

Y no, no era de noche, que es la excusa que se usa para los cuneros porque "hay que dejar descansar a las madres". Eran las 2:00 de la tarde.

Cuando llega otra enfermera y la que estaba en el cunero se acerca al área donde estoy le pregunto porque los bebés no están con sus madres. "Es que aquí se ponen en el cunero y las madres vienen por ratitos". Cuando le dije que lo mejor para un bebé sano es que esté con su madre, en su piel, y trabajando por establecer la lactancia desde las primeras horas de vida, me miró en silencio y luego me dijo: "creo que debería ser así, sí. Pero aquí se hace así".

Volví a escuchar el llanto desesperado del bebo. La otra enfermera pasa por mi área y, al parecer, escucho parte de la conversación que tuve con su colega. "¡No, ombe! No se preocupe, señora, ese niño es un tiguere. Él lo que está es consentido". Le respondo con una sonrisa: "No, señora, él lo que necesita es estar con su mamá. No es consentido, es una necesidad lógica, natural. El único olor que conoce es el de su madre. La necesita".

Me mira en silencio y se va. Miro hacía el cunero y veo a la otra enfermera dar biberones de leche de formula a los bebés.

Rato después de mi procedimiento y despierta de la anestesia observo como las madres son llevadas al cunero. Ninguna permanece más de media hora con su bebé. Una señora que está a mi lado me señala algo sobre la preocupación que expresé hace un rato a las enfermeras. "No entiendo por qué los tienen ahí. No tengo un hijo en está clínica ni loca. ¿Cómo van a tener a esos niños ahí si lo que necesitan es a su mamá?".

Minutos después el bebo vuelve a llorar. Y llora, y llora. No hay nadie en el cunero. No hay enfermeras tampoco en recuperación postoperatoria. Me levanto y voy al pasillo. Llegó al final, hasta la puerta de la sala de cirugía. No hay nadie. Estoy a punto de entrar al cunero yo darle la teta al bebo que llora con tanta desesperación. Escucho unos toques en una puerta de cristal. Es mi esposo. La puerta esta cerrada y le hago señas de que espere. Doy la vuelta y miro los brazos agitados en el aire del bebo que llora. Minutos después aparece una enfermera. La señora al lado de mi cama y yo nos miramos con tristeza.

Quince minutos después estoy de alta. Mientras camino a la puerta, mi esposo me hace el siguiente comentario. "Amor, ¿por qué lloraba tanto un bebé ahí dentro? Estaba desesperado desde afuera escuchando su llanto. ¿No había nadie?". Le cuento sobre lo ocurrido. "¡Qué! Caramba! Y eso, afuera del cunero, donde está la ventana con las cortinas, hay una promoción educativa sobre la lactancia...¡y le estaban dando biberones con formula!", dice mi esposo, sorprendido e indignado.

Los cuneros no son necesarios. Lo que vi ese día es signo del maltrato del que son objeto los bebés, del descuido, del sufrimiento de un ser pequeñito que solo necesita a su madre. Vi dar leche de formula a niños, prohibido por ley y lo que provocará que sea difícil establecer la lactancia exclusiva hasta los seis meses.

Un recién nacido sano tiene un lugar en el mundo: los brazos, la piel y las tetas de su madre. Y sí, estamos cansadas después de parir, para eso se supone que hay un grupo de personas de apoyo. Y no hay mejor descanso que tener a tu bebé cerca, dormido en tus brazos, lo dice una madre que no durmió durante toda la noche porque la alejaron de su bebé recién nacido. Doce horas interminables. Saqué a mi hijo corriendo del cunero y ahora buscaré una clínica que me permita, para una próxima ocasión, tener a mi hijo donde debe estar. A mi lado.

Al respecto de por qué los cuneros no deben existir para los bebés sanos y por qué lo que necesita un bebé es a su madre, puede leer estos artículos.

Los nidos, cuneros o nurserys, ¿sirven para algo?

Buenas prácticas en la primera hora de vida

La separación del recién nacido de su madre

"El mundo del Bebé se hace añicos; nada más nacer; si se lo separa de su madre" (Michel Odent)

Nada tiene sentido sin la madre

Por último, miren como un bebé recién nacido busca el seno de su madre sin ayuda alguna. Es algo natural, normal y biológico.

jueves, 27 de febrero de 2014

Niño sano y carcajadas nocturnas

Este es un post con dos asuntos, ambos felices para esta madre.

Desde el jueves pasado Fernando tuvo un proceso de diarreas e inapetencia. No hubo vómitos, ni fiebres (con excepción de una el miércoles en la noche que pareció ser el anuncio de lo que venía). Padres primerizos y asustados, mi esposo y yo llevamos a Fernando el sábado a una emergencia cuando nos dimos cuenta que tenía muchas horas sin orinar.

La doctora de emergencias revisa su garganta, toma su temperatura corporal. Fernando lloraba a todo pulmón. Me dice que es probable que este deshidratado y me dice: "Vamos a ponerle un suero". La frase me sorprendió. ¿Un suero? ¿Canalizar a un bebé para un suero, un bebé que no tiene ni fiebre, ni está decaído ni está vomitando? Su razón, cuando le dije que por qué no le indicaba un suero oral, me sorprendió más: "¡Ah! Es que a estas horas las farmacias están cerradas". Mi esposo y yo nos miramos y le respondimos: "No se preocupe, hay farmacias de 24 horas".

Receta en mano. Compramos el suero y otro medicamento para su flora intestinal. Redoblamos la ingesta de agua, pero lo que más quería era que le amamantara. Así que cada vez que quería, pues le lactaba. Desde el jueves su mayor fuente de alimentación fue la teta. El domingo, una amiga doctora me recomendó un coprológico. El resultado: muchas bacterias.

El martes, ya con Fernando mucho mejor, llevo el resultado a su pediatra. Cuando ve el coprológico se sonríe y me dice "Su hijo no tiene nada grave. Es normal que tenga esos episodios. No se preocupe". De paso le enseño unas analíticas de control que me envió a hacer en la cita de hace un mes y que no había tenido chance de llevárselas. "Todo bien. Su niño está muy sano. Felicidades, mamá". Y sonríe.

Tuve deseos de decirles tantas cosas, pero me contuve. Resulta que no le hice caso cuando me dijo que le quitará la teta a mi hijo con ocho  meses, precisamente lo que no rechazó en ningún momento cuando se sintió enfermo. Nunca le di hierro, nunca le he dado vitaminas...un niño sano lactado no necesita ni una cosa ni la otra. Pero solo le devolví la sonrisa.

Ahora les cuento un episodio que me lleno el corazón de mariposas.

Mi esposo y yo "medio colechamos". Me explico: Fernando se duerme y lo ponemos en su cuna, que está en nuestra habitación. Puede durar tres, cuatro, cinco horas durmiendo de corrido y despierta, y lo pasamos a la cama. Resulta que lunes en la madrugada medio me despierto y en lo que me vuelvo a acurrucar escucho a mi hijo reírse a carcajadas. Me acerco para ver si está despierto, pero no. Está riendo a carcajadas profundamente dormido. Me lo quería comer a besos.

Niño sano y feliz, tan feliz que hasta ríe a carcajadas durmiendo. No puedo pedir más.


martes, 5 de febrero de 2013

El pediatra

Foto tomada de http://www.focoblanco.com.uy/2012/06/no-faltan-medicos-pediatras-sobran-pacientes/
El pediatra que recibió a Fernando fue el primero que llegó a mi habitación en la mañana del día siguiente a mi parto. Atento habló con mi esposo unos minutos y nos entregó una especie tarjeta con sus "reglas de pediatra". Las leí y en algunos puntos me quede...sin palabras. Pero a pesar de estar contra muchos de sus consejos un hecho cambio los pensamientos de "posible cambio de pediatra", aunque mi esposo me decía que le sentía buena vibra.

A los once días de nacido, Fernando desarrolló un absceso  llenó de pus, en el lugar donde un mosquito le picó. Yo me quería morir y derramé lágrimas cual Magdalena al pie de la cruz cuando vi que le supuraban eso a mi pequeño. El pediatra, a pesar de preguntar con preocupación si había muchos mosquitos en la zona, no me hizo sentir mala madre. En las siguientes citas siempre ha sido muy amable, revisa a mi hijo, escucha mis preguntas, es atento a las llamadas. Así que le perdone sus incoherencias.

Estos son algunos de los puntos de su guía que he decidido obviar, pues luego de ponerlo en balance he llegado a la siguiente conclusión: el pediatra solo debe velar por la salud física de mi hijo. De cómo consigo que encuentre a Fernando en buenas condiciones cuando lo revisa es asunto mío, y ya entenderán porque concluí esto.

Estás son las perlas para el cuidado de un recién nacido:

*Cargarlo solamente para bañarlo y alimentarlo. ¡No me diga! O sea, que no puedo cargar a mi hijo para jugar con él, besarlo, acariciarlo o dormirlo. No entiendo el afán de tratar a un niño como un aparato que se enciende y se apaga, y menos a un recién nacido que necesita tanto a su madre luego de pasar meses dentro de su vientre, en paz y en el calor acogedor de la placenta. Se imaginan que obvie ABSOLUTAMENTE esta "recomendación".

*Ofrézcale el seno cada tres horas, más o menos, luego de asear los pezones con agua estéril. Con ponerme a mamar 15 minutos en cada seno es suficiente. ¡Por eso es que muchas lactancias se van a la porra! Por eso tu escuchas a muchas madres "es que mis senos se secaron", "no daba suficiente leche, porque el lloraba y no se llenaba". Yo tomé mi manual de lactancia, di y doy mi pecho a demanda. Cada vez que Fernando quería iba yo y le daba mi teta. "Pero ese muchacho solo vive pegado a ti", me dijo mi madre una vez y yo le respondí con una sonrisa para no decir lo que me pasaba por la lengua.

Los recién nacidos maman a demanda, cada hora, cada 15 minutos, cada dos horas...cada vez que ellos quieran. ¿Agua estéril?   Yo solo me pasaba paños húmedos de agua de filtrada en el primer mes. Ya luego eso senos se limpian cuando me baño. Quince minutos...pero será para que el pobre muchacho se muera de hambre o nunca mame suficiente. Yo lo dejaba hasta que soltará y aun lo hago. Ahora toma un seno en menos que eso, pero recién nacido no se puede asumir un tiempo. ¿Será que creen que los niños nacen con reloj integrado?

*Complementar la alimentación con (y puso la marca específica de la leche de formula), si es necesario. Claro que sería necesario si me llevo de la recomendación anterior.

*Acostarlo de lado o boca abajo con la cabeza de lado. A veces, por curiosidad, me pregunto si es que no se actualizan con algunas cosas. Desde hace años se recomienda no acostar a los recién nacidos boca a abajo como medida de precaución ante el síndrome de muerte súbita. 

Eso sí, de su famosa guía celebro un párrafo que va bajo el título "Peculiaridades del recién nacido" y que deberían grabarselo en piedra a todos los padres primerizos:

"Todos los niños estornudan, bostezan, regurgitan, eructan, tienen hipo, expulsan gases, tosen y lloran ocasionalmente, y hasta se ponen bizcos". 

¡Los pediatras, caray!

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Embarazo y ética médica III (Final)

La voz al otro lado era de Miriam, una amiga y compañera de trabajo de mi esposo.

Me dice que, preocupada por mi situación, le comentó mi caso a su ginecólogo y que él estaba dispuesto a atender mi parto. Me pasó los números de teléfono del doctor y llamé.

Nunca había elegido un doctor, siempre eran doctoras. Cuando llegó el tiempo de empezar a ir a un ginecólogo me decidí por una mujer. Siempre me dio "cosa" atender ese aspecto de mi salud con un hombre. Así que decidía llamarlo, además, por encima de mi prejuicio.

Fue una conversación larga. El doctor, muy amable, respondió todas mis dudas. Al igual que los médicos amigos consultados me dijo que para nada era necesaria la cesárea. Me dijo que fuera a su consulta.

Fui el lunes siguiente. Un señor de más de 50 años, con una calma que se le salía por los poros. Yo, abrumada, luego de saludarlo, le quise contar el rosario de pesares con el tema de mi parto como si fuera avalancha. Cuando tome una pausa, aprovechó para decirme que había empezado mal en mi cita, que primero le diera mi nombre.

Me reí.

Me revisó y me dijo lo mismo que la ginecóloga amiga a quien recurrí primero. Nada anormal. Luego me pidió que le mostrará los análisis que me había hecho en el embarazo y le vi cara de infarto cuando vio las siete sonografías que me hice, aunque no hizo ningún comentario al respecto. Le dije que tenía todos los controles relacionados con el Virus del Papiloma Humano (VPH). Me dijo que no necesitaba verlos.

Con calma me explicó sobre el tema de VPH y el embarazo. Me dijo algo que con lógica no había reparado: todo bebe está expuesto a lo que su madre tiene, le haga efecto o no. O sea, mi bebo había estado expuesto al virus que, lógicamente está en mi sangre este activo o no. Que naciera o no por parto natural no hacía diferencia. Me dijo que hasta ahora toda lo investigado sobre el VPH indica que los bebes han sido inmunes al paso de este virus cuando es una cepa de alto riesgo y no existen candiloma o verrugas producidas por la cepa de VPH de bajo riesgo.

Por otro lado, me dijo lo mismo que ya había leído y escuchado de los demás médicos: la cesárea solo se realiza cuando tiene candilomas o verrugas producto del VPH de bajo riesgo (nada que ver conmigo) con riesgo a sangrar y contaminar la piel del bebe. Agregó algo más: si se tuviera que hacer cesarea a toda mujer por el VPH a modo de prevención, el 80% de las mujeres dominicanas tendría que ser sometidas a esa operación. Una locura.

Sobre mi parto me dijo que sin problemas me entendía, que solo se asumiría una cesárea en caso de que fuera necesaria o de emergencia, pero no por la razón que me había dado mi ex doctora.

La calma regresó a mí.

Con relación a sus honorarios, aquellos fuera del seguro que me querían cobrar, me dijo con todas su calma:  "No cobro fuera del seguro. Soy muy viejo para que me llamen la atención por cosas que se no están bien. Cobro lo que el contrato con la aseguradora establece que cobre".

Les juro que se me aguaron los ojos cuando le di la mano antes de salir de su consulta.

El atendió mi parto de corre corre tres semanas después de este primer encuentro. Mi bebe es un niño completamente sano.

A la fecha, mi ex doctora no se ha dignado en averiguar que ha sido de mi vida. Ni ella ni su secretaria han llamado a ninguno de mis números telefónicos para saber la razón del porqué no volví a su consulta, algo que dice mucho de su vocación y ética.

De esta experiencia les comparto mis lecciones.

1. Cuando tenga dudas sobre algún procedimiento médico, investigue.
2. Dude siempre de un médico que no responda sus dudas, que no le guste escucharle y que lo trate como un hijo que tiene que obedecer a sus mandatos.
3. Resistáse a acatar peticiones que sabe de antemano van contra sus derechos.
4. Siempre busque información sobre los procesos médicos y físicos con profesionales del área, en caso de que el punto dos se de en algún momento. No importa la cantidad de años que tenga atendiéndose con un medico.

P.D. Muchas personas me han preguntado por la referencia de mi ex doctora. Les confieso que tengo algo de temor de dar su nombre, por varias razones. La primera es que este país es un pañuelo y todo mundo se conoce, no sabes quien conoce a quien y de que manera te puede dañar. Otra razón es porque en este país no vale la pena denunciar estos casos, pues no existe consecuencia alguna. De todas maneras, doy la siguiente referencia: su consultorio queda en el segundo piso de la clínica Ginecología y Obstetricia. Su apellido es Abreu. 

Embarazo y ética médica I
Embarazo y ética médica II


martes, 30 de octubre de 2012

Mi embarazo y la ética médica II

Llegué abrumada y triste a la consulta de una ginecóloga amiga.

Ella, al igual que las demás personas a la que consulté el caso, me dijo que para nada era necesaria la cesárea. Contrario a mi ex doctora, me revisó y confirmo que el canal vaginal estaba libre de cualquier lesión.

Tuvimos una conversación larga sobre ética médica. Decepcionante escuchar algunas cosas.

Cuando casi me decidía a confiar mi parto a esta amiga doctora, me informa que para mi fecha probable de parto estaría de viaje. Lo que me dejaría en manos de otro doctor, en caso de que ella no estuviera. A eso se le sumó que también ella cobra honorarios fuera del seguro médico. Mucho menos que mi ex doctora.

Salí del consultorio dispuesta a quedarme con ella y asumir que probablemente me atendería otro doctor. Muchas dudas y tristeza. Pensé que por lo menos, y contrario a mi ex doctora, ella estaba a favor de un parto natural, a meno que hubiera alguna complicación, y bueno...6 mil pesos menos era mucha diferencia.

Confieso que no era mi situación ideal, pero con 37 semanas de embarazo mis posibilidades eran pocas.

Pero el día siguiente, un sábado, recibí una llamada que cambiaría el curso de las cosas.

sábado, 20 de octubre de 2012

Mi embarazo y la ética médica I

Física y anímicamente viví un embarazo de "librito". Ni amenazas de aborto, ni pies hinchados, ni problemas de presión arterial, ni sobrepeso.

Los problemas con mi embarazo siempre fueron externos y originados de la persona menos pensada: mi ginecobstetra.

Dije que iba a escribir del asunto luego que mi hijo naciera. Fernando cumple hoy 15 días de nacido, y empiezo mi redacción sobre las semanas más traumáticas de mi embarazo, gracias a la falta de ética médica de la persona en quien confié este proceso. Una gran decepción y, lamentablemente, no parece ser el único profesional de la salud con estas prácticas, según me han comentado otras madres y amigas.

En un post anterior había comentado sobre la petición de mi hoy ex doctora en cobrarme honorarios fuera de los que por contrato cubre mi seguro médico. Nada más y nada menos que 20 mil pesos en caso de parto natural y 25 mil pesos en caso de ser cesárea. Eso me lo informó con siete meses de embarazo. Honorarios de los cuales no me entregaría ni un recibo y que se sumarían a la cuenta de la clínica, por lo que posiblemente tendría que buscar 30 mil pesos o más. Lo peor, ella cobraría, tarde o temprano, los honorarios que les correspondían por mi seguro médico.

La excusa: El seguro tarda mucho en pagar y sus años como profesional costaban, incluyendo el hecho de mantener su consultorio en condiciones adecuadas.

En ese momento debí seguir mis corazonadas y cambiar de médico. No lo hice convencida que lo mejor era quedarme con la doctora que me había atendido por seis años. Mi esposo y yo conversamos con ella, y cedió en rebajarnos 5 mil pesos. Era una situación injusta, pero pensamos que de alguna manera conseguiríamos el dinero. Todo por el bienestar del bebe y mío.

Pero el asunto se puso peor.

Además de la estafa, manipulada desde la confianza que deposite en ella, mi ex doctora me tenía otra sorpresa. En mi cita de la semana 36, luego de pesarme, tomarme la presión y medir mi panza, me dice que vaya practicando la respiración para el momento del parto. Después de tomar algunas notas, me despido de ella y paso a pagar la cita. En ese momento me llama nuevamente a su consultorio.

"Argénida, revisando tu expediente (se le ocurrió hacerlo luego de 36 semanas de embarazo, no antes, ni nunca. Parece que no tenía importancia hasta ese momento) creo que lo conveniente es hacerte cesárea. Mira, veo que lo del Papiloma..."

Deje de escuchar lo que me decía en ese momento. El mundo se me abría bajo los pies. Estaba confundida. ¿Por qué esperar hasta este momento para decirme algo así? ¿Cómo es eso de que podía contagiar a mi hijo del Virus del Papiloma Humano (VPH)? ¿Qué clase de doctora es está?

Respondí en monosílabos y salí de su consultorio en shock y dejándole un calendario en la mano, donde ella había marcado el dos de octubre como fecha para mi cesárea. Pero, siguiendo mi corazonada (que ahora si le iba a hacer caso) busqué información.

Pero primero debo explicar sobre el VPH. Fui diagnosticada por mi ex doctora de Virus de Papiloma Humano en el 2007. ¿Qué es? una infección viral de contagio sexual que padece más del 80 por ciento de las mujeres y que en su gran mayoría no lo sabe. En los hombres no tiene ningún efecto. En nosotras se ha demostrado que puede desencadenar el cáncer cervico uterino. Existen más de 100 tipos de este virus. Unos llamados de alto riego y relacionados con el cáncer cervico uterino (del tipo de cepa que me fue diagnosticada), y otros de bajo riesgo y relacionados con formación de verrugas en los genitales.

En mi caso, fue diagnosticado luego de un papanicolao. Tras una revisión se me detectó una pequeña lesión en el cuello del útero  Estuve en tratamiento. Las lesiones desaparecieron. Lleve controles de la presencia del virus en mi organismo dos veces al año. Resulta que en mujeres jóvenes este virus es atacado por el propio organismo y queda fuera de acción. Eso ayudado por las defensas altas, la buena alimentación y el seguimiento médico. No hay mayores consecuencias.

Según mi ex doctora, podría contaminar a mi hijo con el VPH si daba a luz de manera natural, eso a pesar de que mis últimos controles habían dado negativo para el virus.

Tras una exhaustiva búsqueda en internet descubrí que eso solo es posible cuando tienes verrugas (candilomas) producidas por el virus de bajo riesgo activo en tu organismo. Ese no era mi caso. Esto debido a que existía un riesgo de sangrado y, por lo tanto, de contaminación con la piel del bebe. Comenté el caso con algunas personas, incluyendo médicos. Una amiga, quien dio a luz a su beba de manera natural, me dijo que también había sido diagnosticada con el VPH y en sus últimos controles ya daba negativo. Su médico le dijo que para nada era necesario practicar una cesárea en su caso. Los médicos amigos me dijeron lo mismo.

Armada con la información, llame a mi ex doctora. Para mi sorpresa, me sugirió que me practicará un papanicolao...con 37 semanas de embarazo!!!!! Eso significaba riesgo de sangrado y, posiblemente, un adelanto de mi parto. No lo podía creer. Me dijo que si quería estar segura de que el virus estaba inactivo era lo mejor.

A pesar de que le dije que quería que me revisará el canal de parto, para saber si tenía algún tipo de lesión en el cuello del útero o algo fuera de lo normal (en ese momento reparé que durante mi embarazo solo me había revisado una sola vez, cuando tenía 9 semanas de embarazo), insistió en lo mismo y lo mejor (peor) vino después. "Te lo puedo hacer a las 38 semanas. No importa para ese momento que se te adelante el parto".

No pude más. Le colgué el teléfono e hice una cita con otra ginecóloga.

sábado, 13 de octubre de 2012

Mi parto

Si algo define mi parto es: corre corre.

La palabra, repetida dos veces para enfatizar, no suena bonita, pero describe literalmente lo que pasó la tarde del viernes cinco de octubre.

Dos días antes había cumplido las 40 semanas de embarazo. Algo contrariada por el afán de otros sobre el desenlace de mi embarazo, pase los dos días siguientes buscando estar tranquila y ponerme dos tapones en los oídos. En esa actitud "zen" me encontraba cuando el viernes en la mañana sentí que se me escapaba un poquito de líquido.

No, no era ruptura de fuente. Era muy poca la cantidad de líquido. De todas maneras, me dije, tenía cita con el obstetra. Si algo pasaba, me dejaría ingresada en la clínica. Mi esposo se levanta y se prepara para ir al trabajo. Le hago el comentario. Insiste en que vaya con mi suegra al médico, pero ando con una terquedad de esas que no tienen razones, pero que defiendes tener. Una hora después boté el tapón mucoso.

Observé la sustancia viscosa y marroncita como diez veces. Encendí la laptop para confirmar lo que había leído con anterioridad: era señal de que el parto estaba próximo. Podría ser hoy, mañana. Me cambie y no dije nada. Me despedí de mi suegra y le dije que cualquier cosa le llamaba. 

Cerca de las once de la mañana el médico me revisa. El niño ni siquiera está encajado. Aunque desde hace semanas siento contracciones,  nunca han sido regulares. Me dice que este vigilante a ellas y que sí se regularizan e intensifican lo llamara. "Creo que lo harás antes de la cinco de la tarde", me dice en broma. 

Llamé a mi suegra y le comenté lo que me había dicho el médico. Voy al salón de belleza. Allí, entre relajos y comentarios de mi próximo parto, me doy cuenta que las contracciones se hacen regulares. Sonrió por dentro. Mentalizó. Salí de ahí al supermercado, a dos esquinas. Compré algunas cosas y cuando subo al vehículo me doy cuenta que las contracciones se intensifican. 

Llegué agotada al apartamento. Almuerzo una ensalada y le digo a mi suegra que creo que nos vamos pronto a la clínica. Lo que no me imaginé es que tan pronto sería...fue muy pronto!!!

A las dos y  media de la tarde, y motivada por mi suegra, entro en la bañera. El agua me relaja y se intensifica el dolor. "Esto va rápido", me digo. Respiro, o al menos eso trato de hacer. Me visto y me siento en la sala. La ola de dolor viene y va. Llamo a mi esposo y me dice que va...que va a arreglar unos papeles. Le pido que salga lo más pronto posible. Mi suegra me consuela y acompaña. Benditas manos y bendita compañía. 

Llamo al médico y me dice que salga para la clínica. Mi suegra llama a mi esposo y no voy a repetir lo que le dijo, pero puedo decir que le dijo que saliera ya. Mientras, siento que un hacha me abre la espalda. Camino, balanceo mi cadera, respiro, me recuesto de la pared cada vez que viene una contracción...cada vez más fuerte. ¡Todo pasa muy rápido!

A las cuatro de la tarde llega mi esposo. Me aferro a su cuello. Las contracciones no me sueltan ya. No bien se apacigua una, inicia la siguiente. Esperamos a un sobrino de mi abuela, Danilo, que viene a buscarnos. Los minutos se me hacen eternos y el dolor me corta la respiración. Por fin llega el carro y bajo las escaleras (vivo en un segundo piso). A pasos de montarme en el vehículo el agua empieza a salir de entre mis piernas. Entonces, se arma el "corre corre".

No recuerdo mucho del camino a la clínica. Solo vocalizaba mi dolor (gritaba, en buen dominicano) y trataba de aguantar porque sabía y sentía que si hacía el mínimo intento de no aguantar el bebo nacía allí mismo. Mi esposo me tomaba de la mano y me consolaba entre una risa nerviosa. Mi suegra ya ni sabía que decirme y Danilo, al volante, trata de volar por encima de todo el mundo.

En la puerta de la clínica estalla el torrente de agua entre mis piernas. Ya no puedo ni hablar, solo veo a mi médico sentado en la emergencia. "Te estaba esperando". Me suben a una camilla y el médico, con esa calma sabia que admiro de él, me revisa. Entonces, se arma el segundo "corre corre". "Esta completa. Despejen el ascensor, rápido". Sólo distingo la voz de un enfermero que va junto a la camilla y me dice que no puje, que respire hondo. 

No hubo tiempo de ponerme una bata. Entre a la sala de parto con el vestido que llevaba puesto. Las enfermeras se apuran y yo tengo unas ganas enormes de pujar. Veo que el pediatra llega apurado. Me hace unas preguntas. Respondo. El médico se sienta delante de mí. Piernas abiertas. Una enfermera me ayuda y me dice como pujar. "No hagas la fuerza en la garganta, sino abajo, como si fueras al baño (la comparación, ahora que la pienso, no me agrada)". "Puja", me dice el médico y lo hago. "Esta primeriza es una campeona", me anima. 

Siento la cabeza del bebo. Pujo dos veces más y sale de mí. Lo ponen encima de mi barriga. Puse mis manos en su cuerpecito. Una perrilla le roba la tranquilidad y empieza a llorar. Le digo por primera vez su nombre. Fernando. Se lo llevan a pocos pasos de mí. Supongo que lo limpian y revisan. Sigo hablándole. Minutos después sale la placenta y mi doctor me la enseña. Me da unos puntos y me duermen. 

Despierto en la sala de recuperación. No sé que hora es. Tengo tantos deseos de ver a mi pequeño. Mi esposo entra y me llena de besos. Me habla de Fernando. Está en el cunero. El esposo está emocionado, feliz. Mi suegra entra también. Tan emocionada como mi esposo. Ella se estrena como abuela. Las enfermeras no paran de preguntarme si soy primeriza, si es mi primer parto. Me felicitan. No sabía que un parto natural era un acontecimiento tan extraño, quizás, o será que por la rapidez del mío les costaba creer que fuera el primero.

Mi esposo me dice que en la clínica no hay habitaciones disponibles. Me pasan a una habitación de recuperación. Entra mi hermana, mi suegra, una prima de mi esposo y mis compadres. Estoy bien, pero me entristece no poder ver a mi hijo hasta el día siguiente. Me enseñan fotos del bebo en el cunero. Es hermoso.

Mi esposo se queda conmigo. Me cuida y vigila el sueño. ¡Qué madrugada tan larga!

Temprano en la mañana recibimos la visita del pediatra. Todo bien con el bebo. Yo solo pienso en que ya me le dieron formula. Luego va mi doctor. "Estas muy bien. ¿Quieres irte hoy?". Claro!!! Sonrío. Recojemos todo. Y voy lo más pronto posible al cunero. 

Ahí está. Fernando. Con sus grandes ojos. Es mi hijo. Es el bebo que creció dentro de mí. Entro al cunero y mi esposo se queda fuera. Una enfermera me pasa al niño y me quedo mirándolo. Lo abrazo. Trato de recordar la forma en que debo colocarlo para amamantarlo. "¿Y tu médico no te dijo cómo hacerlo?", me dice una odiosa enfermera. "Una cosa es que me lo expliquen, y otra es hacerlo por primera vez", le respondo. Otra enfermera se acerca y me ayuda. 

Entonces sí, cuando Fernando me mira pegado a mi teta el mundo se abre nuevo para mí.

Bienvenido, Rey Sol.

Como siempre...mi nombre mal escrito.





lunes, 20 de agosto de 2012

Salud, embarazo y cobertura médica III

Dar el brazo a torcer.

Eso he hecho con el tema de la cobertura de mi parto.

Como recordarán en otro post anterior hablé sobre la noticia que me dio mi doctora sobre unos honorarios que cobra, además de la cobertura de mi seguro médico privado, y de cómo en mi seguro no me ofrecieron ninguna garantía de defensa.

A raíz de este texto, muchas amigas y conocidas madres me contaron la misma experiencia. Algunas fueron avisadas luego del parto, o sea, su doctor o doctora nunca les había mencionado el tema. Otras me contaron que decidieron negociar con sus doctores, por la confianza de atención desde hace años o porque ya era muy tarde para cambiar de médico, o porque eso les garantizaba una atención médica de calidad. Descubrí para mi terror que gran porcentaje de los ginecólogos obstetras hacen lo mismo.

Quise hacer un intento nuevamente, ya que el tema me mortificó por más de un mes. Antes de volver a mi cita, que fue hace casi tres semanas, fui personalmente a la oficina de mi seguro médico. Las respuestas fueron las mismas. Nada que hacer. Me repetían que tengo cobertura de un 100% en caso de parto vaginal y de un 80% en caso de cesárea, pero no me ofrecieron ningún detalle sobre el monto que pagan de honorarios. "Es un negociación entre tú y tu doctora".

El día de la cita mi esposo y yo hablamos del tema con ella. Aparentemente compresiva me volvió a dar sus razones de que los seguros no pagan a tiempo, de que es poco lo que pagan. Yo ya estaba aturdida. Me pesaba el hecho, y me pesa. Tengo más de cinco años atendiéndome con ella y nunca me había cobrado fuera de lo que mi seguro estipulaba. Trató mi endometriosis ovárica y las lesiones en el cuello del útero con muy buenos resultados, ambas cosas me pusieron en jaque y me hicieron temer lo peor. Ella detectó todo a tiempo y todo fue bien. Confio en ella y se que es una gran profesional, una doctora que aconseja y que trata de animarte para que tengas un parto vaginal.

Por eso este tema me desconcertó tanto, precisamente en este momento de mi vida, en mi embarazo, ella asumiera esa visión mercantilista que prima en la medicina de mi país.

Le planteamos nuestra necesidades y la imposibilidad de pagarle lo que pedía. Cedió en cobrarnos menos.

Mi esposo me dice que es mejor así, que no es bueno cambiar de médico en un proceso de embarazo, y más luego de estar tantos años atendiéndome con ella. Y conociendo las historias que conozco, no creo que me sentiría bien en manos de otra persona faltando dos meses para mi parto. Accedí.

Ya no quiero pensar en el tema, ni mortificarme más. Me pesa el hecho de que posiblemente la diferencia de pago en la clínica donde me atenderé no sobrepasará los tres mil pesos y sin embargo tendré que pagar esa cantidad multiplicada por cinco para unos honorarios que los médicos especialistas en este país tienen, según me afirmaron en el seguro, "derecho de cobrar".

Me pesa también que no hay ninguna instancia que prohíba esta práctica, ni nadie que te defienda ante esto. De que cada día le descubra una nueva falla o incumplimiento a la ley de Seguridad Social, a más de diez años de su promulgación.

Después del parto, cambiaré de ginecóloga.

lunes, 9 de julio de 2012

Gastos y preocupaciones

No puedo negar que el tema de los honorarios "por la izquierda" de mi doctora me han puesto el mundo de mi tranquilo embarazo de cabeza.

Algunos amigos me siguen aconsejando. Me dicen que no lo admita y que se lo diga desde ahora y por lo que averiguado esos "honorarios" lo cobran sin darte ni siquiera un recibo o factura de vuelta.

Como sé, y los que son padres saben, un bebe trae sus gastos. Aunque no me he querido montar ni lo haré en la fiebre de comprar cosas innecesarias para los primeros meses de vida de mi hijo, no cabe duda que lo necesario tiene sus costos. Por lo que el tema de los "honorarios" me complica la planificación de gastar en lo necesario. Y no es que crea que la atención médica es innecesaria, pero esta situación no compagina con lo justo.

Así que ando decidiendo las medidas a tomar antes de cumplir las 37 semanas y es probable que esta situación tenga final, bueno o no, en mi próxima cita mensual. Iré personalmente al seguro médico que me corresponde para asesorarme y, aunque todavía no lo sé, creo que hablaré con mi doctora antes de la cita de agosto. Mientras más rápido vea lo que voy a hacer con respecto a este tema, más tranquila estaré. Porque eso si necesito, tranquilidad que esta situación me ha robado.

Además, no me gusta ver ni sentir a mi esposito preocupado con esto, con algo que entiendo no debería ser así.

jueves, 5 de julio de 2012

Salud, embarazo y cobertura médica II

Me quedé hecha una piedra.

Ahora explico el porqué.

Hoy fue mi cita mensual. Veintisiete semanas de embarazo. Llego temprano a mi consulta. La recepcionista de mi doctora me recibe.

- Argénida, ¿te he hablado sobre los honorarios de la doctora para el parto?

- Que recuerde...mmmm...no. (lo dije porque asumía que eso era parte de la cobertura de mi seguro médico, que repito para aclaraciones de las personas que no viven en República Dominicana:  la salud no parece ser responsabilidad del Estado y los trabajadores nos deducen para pagar pólizas privadas de salud, sin contar que nos deducen para el Seguro Social que no usamos).

- Pues mira... (y me mira con cara de que me va a dar una mala noticia) ¿cuál es tu seguro?

- Es (omito el nombre, para el caso no tiene importancia).

- ¿Y cuál es tu poliza?

- Es la básica más la complementaria, o sea, es una buena cobertura.

- Ya veo, pero la doctora cobra sus honorarios fuera de la cobertura de los seguros. A menos que tengas una poliza Prestige (esa poliza solo al pagan los ricos, algo que se asume por el nombre ¿no?). Y para parto normal son 20 mil (unos 512 dólares) y para cesárea son 25 mil (641 dólares).

Me quede hecha una piedra.

- ¡¿Cómo?!

- Pero puedes hablar con la doctora, a ver si te rebaja algo. Ella no es estricta con eso.

En el consultorio. Luego de chequear mis análisis (tengo los glóbulos rojos algo bajos. Hierro y proteínas conmigo)., de chequear mi peso (¡sólo aumenté tres libras!) y de escuchar a la doctora decirme si voy a optar por la conservación del ombligo de mi hijo por lo de las células madre (algo sumamente costoso, aunque se pague por cuotas) me propongo a tocar el tema piedra.

- Doctora, explíqueme lo de sus honorarios.

- Bueno, mira (otra mirada que no me va a gustar) la situación con lo seguros es difícil. Ellos no nos están cubriendo casi nada. Por ejemplo, yo cobró quinientos de diferencia de consulta cuando todos los médicos aquí cobran mil de diferencia, y los seguros solo nos cubren 275 pesos. Igual pasa con los honorarios (de lo que no me dio detalles de su costo). Yo entiendo que es una sorpresa. Los recién graduados cobran entre 10 mil y 15 mil, pero los que tenemos entre 20 y 30 años en esto... (en este punto ya ni sabia que pensar)... yo puedo considerar, porque tampoco es una cosa impuesta a la mala, pero es lo que cobro por honorarios.

Me despedí.

Más tarde. Llamo a Atención al Cliente de mi aseguradora de salud.

- Buenos días, soy Guadalupe, ¿en que puedo ayudarle?

- Buenas tardes, Guadalupe. Me gustaría chequear la cobertura de mi seguro con relación al parto y la cesárea. (Seguido le paso el número de poliza de contrato que está en mi carnet).

- Su seguro ti ene cobertura básica y complementaria. Su cobertura para parto normal es de un 100 por ciento y en caso de cesárea de un 80 por ciento. Tiene en cobertura para medicamentos...

Luego de escuchar los demás detalles le pido que me diga si eso incluía los honorarios médicos. Me dice que sí. Y ante su sí le explico lo que mi doctora me dijo. Sorprendida me dice que los honorarios son cubiertos de acuerdo con el contrato de prestación de servicio que tiene la aseguradora con el doctor, pero (ese pero...) los doctores suelen cobrar honorarios independientes y que aunque se asume ilegal, o más bien, no ético, ellos no podían hacer nada. El asunto era un trato entre doctor y paciente y que yo debía negociar con ella.

- Gracias, Guadalupe.

Minutos después. Estoy pensando seriamente en ver si en la próxima cita negocio con mi doctora, o si la llamo mañana y converso la rebaja de sus honorarios...o si le pido mi expediente y salgo a buscar otro doctor..y me resisto a esta última idea porque tengo seis años consultándome con ella y nunca, hasta ahora, había tenido problemas de cobertura y honorarios en su consulta. Además, es mi doctora de confianza.

Comento el asunto con una compañera de trabajo que me dice que busque otra opción médica.

Luego, hablando del tema con otro colega, este me espanta y me dice: "Eso de las coberturas es una mentira. Por eso mucha gente se ha cambiado al Senasa (aseguradora del Estado, que se supone es para cobertura médica para los pobres, pero que muchos no pobres lo usan y que alegadamente tiene mayor margen de cobertura...y funciona como aseguradora privada y no privada...en suma, no entiendo bien como es que funciona). No relajes con tu salud y la de tu bebe. Es en una buena clínica y esa doctora es de tu confianza. Reúne tus chelitos y no le des mente".

Mi esposo me dice, con toda la calma, que eso es lo que cobran los médicos, que ella no es la única.

Estoy hecha una piedra.

P.D. Según la ecografía mi bebe tiene dos libras y trece onzas de peso, y hasta cachates tiene :)

martes, 26 de junio de 2012

Salud, embarazo y cobertura médica I

En la farmacia.

Tres cajas de pastillas (multivitaminicos, calcio y hierro) y una lata de proteínas. Camino a la caja.

- ¿Es con seguro?

-Sí

Minutos después.

-Señora, lo siento. Me dicen que solo le quedan 395 pesos de cobertura de medicamentos de su seguro.

- ... ¿sólo eso?

- Parece que ha gastado mucho...

- Estoy embarazada, es lógico que casi todos los meses compré medicamentos. Lo que no sabía que en seis meses de embarazo me quedaría sin cobertura...pero bueno, dígame cuánto es.

El chico hace la suma.

Saco el dinero. Me dice que me dará un 10% de descuento. Lo aplica. Le pago.

Conversando, vía redes sociales, con algunas personas me entero que con anterioridad la cobertura médica del seguro privado (pues en este República Dominicana la salud no parece ser responsabilidad del Estado y los trabajadores nos deducen para pagar pólizas privadas de salud, sin contar que nos deducen para el Seguro Social que no usamos) cubría de manera ilimitada los medicamentos para las embarazadas.

Otra persona me recomienda que gestione desde mi trabajo a ver si pueden darme una excepción, pero una amiga me advierte de antemano que ella averiguó al respecto y la respuesta fue que no se podía.

El bombillo de la preocupación se me encendió. ¿Y si esta cobertura incluye los medicamentos en el proceso de parto?

Comento la situación con el chófer de mi trabajo que me lleva de regreso a casa.

- Yo creo que sí. No debiste usar esa cobertura. Te van a dar tremendo tablazo en la clínica.

- No creo, porque es cobertura de medicamentos...pero tendría que averiguar, no vaya a ser que...

A la mañana siguiente llamó a mi aseguradora de salud.

- Buenos días, Clarisa le habla. ¿En que puedo servirle?

- Buenos días. Señorita, agoté mi cobertura de medicamentos de farmacia. ¿Esto afectará mi cobertura de medicamentos para fines de internamiento?

-No, claro que no. Son dos cosas distintas. Me puede dar su número de afiliado.

- Claro.

Un minuto después me dice lo mismo que me dijo el chico de la farmacia sobre el total de mi cobertura. De paso, aprovecho para preguntarle sobre el curso prenatal que imparte la aseguradora gratis. Me confirma que así es, pero que debo llamar y marcar el 5 para que me den los detalles.

Cuelgo.