martes, 17 de septiembre de 2013

Pegadito a mamá y a papá: el porteo seguro

Algo que lamento no haber hecho desde que Fernando nació fue portearlo, llevarlo pegadito a mí, cerquita.

Confieso que no lo hice por miedo. Un recién nacido parece tan frágil que no me imagine cómo podía colocarlo en un fular para llevarlo despreocupada, pues veía esa forma de cargarlo la cosa más complicada del mundo. Sin contar, que cuando tuvo más de un mes, cometí el error de llevarlo en una "colgona" que me regalaron, más que nada por desinformación.

Cuando pudo sostener su cabecita, y luego de buscar información, me compré una mochila ergonómica, o sea, un porteador que respeta la posición adecuada del cuerpo de mi hijo, que no le hace daño y que lo lleva tan cómodo junto a mí que hasta se duerme en sus paseos junto a su madre. Apunto que no me gustan los coches, ya que las calles de Santo Domingo, entre otras cosas, carecen de aceras adecuadas para llevar un coche y tienes que "tirarte a la calle"...cosa que veo muy peligrosa.

Hoy es el día de "No más colgonas", una iniciativa que veo replicada en muchos de los blogs de madres que acostumbro a leer, y que llama a los padres a informarse y conocer el beneficio del porteo adecuado, no en las "colgonas" que suelen vender en la mayoría de las tiendas infantiles y que hacen daño a los bebés.

Primero. El portabebé debe respetar la fisonomía del niño o niña en el desarrollo de su columna. Por eso a los que son adecuados se les dice porteadores ergonómicos.


Segundo. Debe garantizar la posición correcta del bebé, como cuando lo cargas. La posición ranita, en la que sus piernas están flexionadas y no colgadas (por eso se les dice "colgonas" a las que no son adecuadas). 




Estás son algunas razones por las cuales elegir un porteador que cumpla estos dos puntos. En este enlace de la Red Canguro pueden ver una guía para elegir un portabebé adecuado a sus necesidades y que respete la fisonomía de su bebé.


Por último, les dejo este hermoso decálogo que resume la maravillosa experiencia de portear.


viernes, 6 de septiembre de 2013

Lo banal de mi lactancia

Fuera de lo importante que es amamantar a un bebé, de que la leche materna es esto o aquello, existe una parte de ella que podríamos decir que es una banalidad que viene con el paquete. Al menos en mi caso.

Los senos cambian.

Voy a tocar el punto por un asunto muy particular sobre un comentario recurrente durante mi casi año de madre lactante. "Y mira la mucha leche que das y tú que tenías esos senos tan pequeños".

Y mi "reflexión banal" no va hacía el discurso de que el tamaño no tiene nada que ver con la cantidad de leche que produces, sino por el tamaño en si mismo.

Y sí, la talla que usaba antes de embarazarme era...32 B.

La talla que uso ahora es...34 C.

Claro, el asunto no me ha molestado para nada, lo de tener senos más voluptuosos. Pero el asunto no pasa desapercibido para nadie de mi entorno, que en cualquier momento me estampa un comentario con relación a que ahora la lactancia me ha dado un beneficio estético, y lo mejor de todo, sin la necesidad de un bisturí.

Aunque no suelo reparar mucho en el asunto a menos que me hagan los consabidos comentarios, me he sorprendido algunos días mirando como el aumento de talla me hace ver tan diferente a hace dos años, cuando ni soñaba con Fernando.

Y bueno, la vanidad existe.

Lo que sí tengo claro es que la nueva imagen sin bisturí se acabará en el momento que deje de amamantar.

Pero, mientras llega... :)