Cuando nacen, cuando vemos a ese bebé pequeñito que depende de nosotros nos sentimos de muchas maneras. Grandes, pequeños, desbordados, incoherentes, inmensos, asustados, felices... Ahí estamos y vamos tomando distintas lecciones sobre ese papel sin guía que asumimos como padres, aunque solemos fallar con frecuencia en un asunto particular, más en esta época: el tiempo que pasa.
Son pequeñitos y queremos que crezcan rápido, luego nos come la nostalgia cuando (es irremediable) el tiempo les pasa y ya no son bebés. Nos perdemos su presente deseando "librarnos" de esa trajín de los primeros meses, de la dependencia de nuestros hijos, y luego andamos teorizando de como "alimentar su independencia", y posiblemente nos quejamos cuando ya no necesitan de nosotros como antes. Vamos de un lado a otro con el tiempo, y en el camino a veces los empujamos a que también aceleren, lleguen donde queremos que estén...para nuestra conveniencia, a pesar de que no lo reconozcamos.
Y sí, es difícil a veces. No solo es la propia presión que le pones el tiempo, que pasa como quiera, sino el te pone la gente, familiares, amigos, desconocidos. Y van desde los temas del tiempo que das teta, de cuándo dormirán en su habitación y cuándo dejarán los pañales.
Esos primeros meses con Fernando. Todo tan confuso, pero también tan feliz, tan descubrimiento, tan desbordado. Tomé decisiones que muchos no aprobaban y pensé desde el primer momento en el tiempo. No quería que corriera, quería que pasará pero sin hacerlo huir.
Pero llegaron esos apuros, de la dormida, de los pañales. Raro que cuando me empecé a preocupar por la falta de habla de mi hijo, la mayoría que me apuraba con lo otro me decía "hablará a su tiempo".
En medio de ese remolino de tiempo y presión, aparecieron las sabías palabras de la tía Charo, la tía de mi esposo: "Los niños tienen su momento. Lo hacen a su momento". Entonces me calmé. Y mientras llevaba a mi hijo con tres años cumplidos a sus primeras terapías decidió él que era tiempo de orinar sin ayuda. No lo hizo cuando quise, ni cuando lo ataque, sino cuando estaba listo. Claro, le había enseñado que era ir a hacer pis, había visto y veía a su papá en ello, pero lo hizo a su tiempo, me parece. ¿Un tema de madurez? Lo creo.
Después de este episodio le tome la palabra literal a la tía Charo con lo demás. Meses antes del tema de no usar pañales por el tema de la orina habíamos hecho la mudanza a su habitación, lo he comentado antes. No hubo apuros con eso. Hoy se levanta en las madrugadas, y como no le teme a la oscuridad (no se lo enseñamos...) viene caminando desde su habitación a la de nosotros, se sube a la cama, se acomoda entre nosotros y se arropa...y me abraza. Disfruto mucho eso.
Y luego llegó lo otro, no hace tanto...después de meses de decirle cómo y dónde se hacia "el número dos", de perseguirlo con una bacenilla, resulta que un día fue al baño, tomó el adaptador que compré hace dos años y se sentó. Listo. Y lo ha seguido haciendo sin mayor contratiempo.
Nunca avergoncé a Fernando por el tema de ir al baño. Me ha tocado ver a padres ser duros con eso, tan duros que delante de otras personas señalan a los hijos como "malos" porque esa razón, por la vergüenza he oído decir.
Agradezco a la tía Charo por enseñarme una de las lecciones más valiosas como madre: el tiempo que pasa y que trae cada cosa a su momento. Y es bajo ese regalo del tiempo que pasa que podemos tener y dejar ir, y en ese tener que va rápido aprendemos a soltar los lazos.
Porque a todo le llega su tiempo.
Fernando y sus carritos. |