Fernando tiene 21 meses de nacido. Hay dos temas que me preocupan: su habla y los pañales, ambos por cuestiones diferentes, ambos sometidos a la misma presión desde afuera.
El habla. Fernando solo dice mamá, papá, agua y jugar, y de vez en cuando "tete" para referirse a la teta. Pronuncia estás palabras en un tono muy bebé y confieso que esto me preocupa un poco.
Lo que me alivia es que veo que trata de comunicarse con los demás niños, con un lenguaje que solo entiende él, igual frente a la televisión, reacciona ante la música (le gusta bailar), aplaude y grita para celebrar algo que le gusta y me mira, se despide de todos los programas de televisión que ve agitando sus manos y también de las personas que se van o cuando el se va de un lugar. Aunque le insisto en que diga "adiós", él sigue agitando sus manos. Entiende ordenes, como recoger cosas del piso, vamos a comer, vamos a bailar y, sobre todo, las imita. El "no" lo entiende a la perfección, y se enoja y me reta cuando se lo digo. Y, claro, expresa "no" con la cabeza.
Lo he sorprendido "hablando" con sus juguetes cuando está solo en su habitación, con ese lenguaje incompresible. Pocas veces me dice mamá, de hecho recurre a esa palabra cuando está lejos de mí o cuando llora.
Me he pasado unos días buscando información sobre este tema en la internet. Aun espero los dos años para ver si su vocabulario aumenta o cuando empiece la escuela..dentro de un año y unos meses (un tema que también recibe presión desde fuera pero del que les hablaré luego).
"Déjalo, le llegará su momento de hablar", me dijo un amigo padre de dos. "Así era el mío hasta que lo puse en la escuela, pero lo puse antes de los dos años. ¿Cuando vas a ponerlo a la escuela? Deberías", me dice una amiga madre con tono de preocupación. "A esa edad ya tu hablabas como una cotorra", me dice mi abuela. "Debes hablarle y juntarlo con otros niños", me dice una conocida que no es madre. "¿Qué raro que no habla todavía? Es un niño que pasa la mayor parte del tiempo con adultos", me dice mi suegra.
Y apunto. Ningún niño es igual, ningún niño es comparable. Eso lo digo y me lo digo a menudo, pues las comparaciones son mi pan de cada día. A veces lo veo muy atento al televisor, donde los muñequitos hablan con un español perfectísimo y le dicen "hola y adiós" y nada de nada. Me pregunto si es que el padre y yo estamos siendo muy vagos con él y no le hablamos los suficiente como para que deje de hacer gestos para comunicarse. O será que me estoy mortificando sin causa. ¿Qué creen?
Los pañales. El segundo tema...los pañales. Mi madre, en cada llamada, me insiste con lo mismo. "Debes ya ir poniéndolo en el baño o en una bacenilla". Veo a mi hijo actuar en el día a día y no me parece que este listo para ese proceso. Aunque hay algo bueno, le molesta el pañal cuando lo tiene sucio la mayoría de las veces, otras veces, no.
Pero el tema de dejar el pañal me parece algo similar al tema de gatear y caminar. No se enseña. Supongo, y me guiaré por eso, que cuando Fernando tenga horarios para la caca, cuando busque quitarse los pañales. De hecho, estoy pensando en comprar unos pañales de tela modernizados, o mejor dicho, ecológicos (nada que ver con los paños de algodón de otras épocas) para iniciar el proceso en tanto el hijo de más señales concretas de controlar sus esfinteres.
No quiero que eso se lo enseñen en la escuela, donde pienso inscribirlo el año que viene cuando le falten unos tres meses para cumplir los tres años. Y tengo mis razones para ello.
Pero claro, tengo mis dudas de cuáles serán esas señales concretas. ¿Cómo les fue a los padres que me leen con el tema de los pañales? ¿Algún consejo?
viernes, 25 de julio de 2014
martes, 15 de julio de 2014
De regreso
Fernando y yo desde la lejanía. |
Hace dos semanas regresé de Barcelona.
Extrañé a morir a mi hijo. Verlo a través del computador era un poco estresante, creo que para ambos. Eso sí, su padre y su abuela lo hicieron feliz, sin lugar a dudas. No tuvo problemas de apetito, ni se enfermó por ausencia de mamá.
Claro, me contaron que los tres primeros días fueron difíciles, hasta que pareció procesar la ausencia larga de mamá. Tuvo su episodio fuerte de rabieta cuando se lo llevaron de la casa a la ciudad de su abuela, a la casa de mi suegra, en Puerto Plata. Algo que asumí como normal, pues el cambio de ambiente puede, entiendo, crear esa resistencia y los niños no hablan ni se expresan como un adulto, sino como lo que son, niños.
Todos los días en Barcelona tuve contacto con mi hijo. A veces me aplaudía, me tiraba besitos. Otras veces no quería ver la pantalla, se irritaba. Eso sin contar que el pequeño banco de leche que logré hacerle se agotó antes de las dos semanas. No quiso otra leche, algo que también vi como obvio, pero su apetito no mermo.
Días antes de regresar, el esposo me expresoó el temor de que quizás Fernando no me recibiera con mucha emoción, debido a la lejanía.
Pasó todo lo contrario.
Su sonrisa de oreja a oreja. Su abrazos y su cabeza pegadita a mi pecho. No hubo manera de que se despegará de mí hasta que se durmió en los brazos de su padre, pues tenía un "pleito con su mami". En un momento, esa noche, buscó bajo mi blusa y miro con extrañeza, diría, los senos. Y en un primer momento parecía que había olvidado como alimentarse de ellos. Desde el día siguiente en adelante el apego fue con creces y hasta me lastimó los pezones.
Tras dos semanas, Fernando parece haber hecho constancia de que su madre no se irá otra vez tanto días.
Ahora estoy en un proceso de destete nocturno. Mi decisión se debe a que me parece que está listo para vivir ese proceso de destete nocturno y porque ya no se me hace cómodo y no pretendo, entonces, continuar con una lactancia nocturna que no disfruto y que me me incomoda. Han sido dos noches algo difíciles porque Fernando exige, pero le canto y lo acaricio y se van dejando vencer por el sueño. A ver como seguimos.
P.D. Mi proyecto de "365 días con Fernando" continuó viento en popa durante mi estadía en Barcelona.
Fernano de paseo fotografiado en Barcelona. |
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