Dar el brazo a torcer.
Eso he hecho con el tema de la cobertura de mi parto.
Como recordarán en otro post anterior hablé sobre la noticia que me dio mi doctora sobre unos honorarios que cobra, además de la cobertura de mi seguro médico privado, y de cómo en mi seguro no me ofrecieron ninguna garantía de defensa.
A raíz de este texto, muchas amigas y conocidas madres me contaron la misma experiencia. Algunas fueron avisadas luego del parto, o sea, su doctor o doctora nunca les había mencionado el tema. Otras me contaron que decidieron negociar con sus doctores, por la confianza de atención desde hace años o porque ya era muy tarde para cambiar de médico, o porque eso les garantizaba una atención médica de calidad. Descubrí para mi terror que gran porcentaje de los ginecólogos obstetras hacen lo mismo.
Quise hacer un intento nuevamente, ya que el tema me mortificó por más de un mes. Antes de volver a mi cita, que fue hace casi tres semanas, fui personalmente a la oficina de mi seguro médico. Las respuestas fueron las mismas. Nada que hacer. Me repetían que tengo cobertura de un 100% en caso de parto vaginal y de un 80% en caso de cesárea, pero no me ofrecieron ningún detalle sobre el monto que pagan de honorarios. "Es un negociación entre tú y tu doctora".
El día de la cita mi esposo y yo hablamos del tema con ella. Aparentemente compresiva me volvió a dar sus razones de que los seguros no pagan a tiempo, de que es poco lo que pagan. Yo ya estaba aturdida. Me pesaba el hecho, y me pesa. Tengo más de cinco años atendiéndome con ella y nunca me había cobrado fuera de lo que mi seguro estipulaba. Trató mi endometriosis ovárica y las lesiones en el cuello del útero con muy buenos resultados, ambas cosas me pusieron en jaque y me hicieron temer lo peor. Ella detectó todo a tiempo y todo fue bien. Confio en ella y se que es una gran profesional, una doctora que aconseja y que trata de animarte para que tengas un parto vaginal.
Por eso este tema me desconcertó tanto, precisamente en este momento de mi vida, en mi embarazo, ella asumiera esa visión mercantilista que prima en la medicina de mi país.
Le planteamos nuestra necesidades y la imposibilidad de pagarle lo que pedía. Cedió en cobrarnos menos.
Mi esposo me dice que es mejor así, que no es bueno cambiar de médico en un proceso de embarazo, y más luego de estar tantos años atendiéndome con ella. Y conociendo las historias que conozco, no creo que me sentiría bien en manos de otra persona faltando dos meses para mi parto. Accedí.
Ya no quiero pensar en el tema, ni mortificarme más. Me pesa el hecho de que posiblemente la diferencia de pago en la clínica donde me atenderé no sobrepasará los tres mil pesos y sin embargo tendré que pagar esa cantidad multiplicada por cinco para unos honorarios que los médicos especialistas en este país tienen, según me afirmaron en el seguro, "derecho de cobrar".
Me pesa también que no hay ninguna instancia que prohíba esta práctica, ni nadie que te defienda ante esto. De que cada día le descubra una nueva falla o incumplimiento a la ley de Seguridad Social, a más de diez años de su promulgación.
Después del parto, cambiaré de ginecóloga.
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