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martes, 1 de abril de 2014

El cunero: el peor lugar para un recién nacido

Foto tomada de "Mi camino a ser mamá".
El jueves pasado tuve que atravesar por un proceso médico que me mantuvo por unas horas en recuperación post operatoria en una clínica. Para mi sorpresa, el área de cunero de recién nacido estaba frente a frente a la sala de recuperación.

Antes de entrar al área de cirugía note que uno de los bebés lloraba mucho. Mucho. Había una sola enfermera en el cunero. Tenía un niño en brazos y trataba de acunar el bebo que lloraba a todo pulmón en una de las cunitas.

Y no, no era de noche, que es la excusa que se usa para los cuneros porque "hay que dejar descansar a las madres". Eran las 2:00 de la tarde.

Cuando llega otra enfermera y la que estaba en el cunero se acerca al área donde estoy le pregunto porque los bebés no están con sus madres. "Es que aquí se ponen en el cunero y las madres vienen por ratitos". Cuando le dije que lo mejor para un bebé sano es que esté con su madre, en su piel, y trabajando por establecer la lactancia desde las primeras horas de vida, me miró en silencio y luego me dijo: "creo que debería ser así, sí. Pero aquí se hace así".

Volví a escuchar el llanto desesperado del bebo. La otra enfermera pasa por mi área y, al parecer, escucho parte de la conversación que tuve con su colega. "¡No, ombe! No se preocupe, señora, ese niño es un tiguere. Él lo que está es consentido". Le respondo con una sonrisa: "No, señora, él lo que necesita es estar con su mamá. No es consentido, es una necesidad lógica, natural. El único olor que conoce es el de su madre. La necesita".

Me mira en silencio y se va. Miro hacía el cunero y veo a la otra enfermera dar biberones de leche de formula a los bebés.

Rato después de mi procedimiento y despierta de la anestesia observo como las madres son llevadas al cunero. Ninguna permanece más de media hora con su bebé. Una señora que está a mi lado me señala algo sobre la preocupación que expresé hace un rato a las enfermeras. "No entiendo por qué los tienen ahí. No tengo un hijo en está clínica ni loca. ¿Cómo van a tener a esos niños ahí si lo que necesitan es a su mamá?".

Minutos después el bebo vuelve a llorar. Y llora, y llora. No hay nadie en el cunero. No hay enfermeras tampoco en recuperación postoperatoria. Me levanto y voy al pasillo. Llegó al final, hasta la puerta de la sala de cirugía. No hay nadie. Estoy a punto de entrar al cunero yo darle la teta al bebo que llora con tanta desesperación. Escucho unos toques en una puerta de cristal. Es mi esposo. La puerta esta cerrada y le hago señas de que espere. Doy la vuelta y miro los brazos agitados en el aire del bebo que llora. Minutos después aparece una enfermera. La señora al lado de mi cama y yo nos miramos con tristeza.

Quince minutos después estoy de alta. Mientras camino a la puerta, mi esposo me hace el siguiente comentario. "Amor, ¿por qué lloraba tanto un bebé ahí dentro? Estaba desesperado desde afuera escuchando su llanto. ¿No había nadie?". Le cuento sobre lo ocurrido. "¡Qué! Caramba! Y eso, afuera del cunero, donde está la ventana con las cortinas, hay una promoción educativa sobre la lactancia...¡y le estaban dando biberones con formula!", dice mi esposo, sorprendido e indignado.

Los cuneros no son necesarios. Lo que vi ese día es signo del maltrato del que son objeto los bebés, del descuido, del sufrimiento de un ser pequeñito que solo necesita a su madre. Vi dar leche de formula a niños, prohibido por ley y lo que provocará que sea difícil establecer la lactancia exclusiva hasta los seis meses.

Un recién nacido sano tiene un lugar en el mundo: los brazos, la piel y las tetas de su madre. Y sí, estamos cansadas después de parir, para eso se supone que hay un grupo de personas de apoyo. Y no hay mejor descanso que tener a tu bebé cerca, dormido en tus brazos, lo dice una madre que no durmió durante toda la noche porque la alejaron de su bebé recién nacido. Doce horas interminables. Saqué a mi hijo corriendo del cunero y ahora buscaré una clínica que me permita, para una próxima ocasión, tener a mi hijo donde debe estar. A mi lado.

Al respecto de por qué los cuneros no deben existir para los bebés sanos y por qué lo que necesita un bebé es a su madre, puede leer estos artículos.

Los nidos, cuneros o nurserys, ¿sirven para algo?

Buenas prácticas en la primera hora de vida

La separación del recién nacido de su madre

"El mundo del Bebé se hace añicos; nada más nacer; si se lo separa de su madre" (Michel Odent)

Nada tiene sentido sin la madre

Por último, miren como un bebé recién nacido busca el seno de su madre sin ayuda alguna. Es algo natural, normal y biológico.

sábado, 13 de octubre de 2012

Mi parto

Si algo define mi parto es: corre corre.

La palabra, repetida dos veces para enfatizar, no suena bonita, pero describe literalmente lo que pasó la tarde del viernes cinco de octubre.

Dos días antes había cumplido las 40 semanas de embarazo. Algo contrariada por el afán de otros sobre el desenlace de mi embarazo, pase los dos días siguientes buscando estar tranquila y ponerme dos tapones en los oídos. En esa actitud "zen" me encontraba cuando el viernes en la mañana sentí que se me escapaba un poquito de líquido.

No, no era ruptura de fuente. Era muy poca la cantidad de líquido. De todas maneras, me dije, tenía cita con el obstetra. Si algo pasaba, me dejaría ingresada en la clínica. Mi esposo se levanta y se prepara para ir al trabajo. Le hago el comentario. Insiste en que vaya con mi suegra al médico, pero ando con una terquedad de esas que no tienen razones, pero que defiendes tener. Una hora después boté el tapón mucoso.

Observé la sustancia viscosa y marroncita como diez veces. Encendí la laptop para confirmar lo que había leído con anterioridad: era señal de que el parto estaba próximo. Podría ser hoy, mañana. Me cambie y no dije nada. Me despedí de mi suegra y le dije que cualquier cosa le llamaba. 

Cerca de las once de la mañana el médico me revisa. El niño ni siquiera está encajado. Aunque desde hace semanas siento contracciones,  nunca han sido regulares. Me dice que este vigilante a ellas y que sí se regularizan e intensifican lo llamara. "Creo que lo harás antes de la cinco de la tarde", me dice en broma. 

Llamé a mi suegra y le comenté lo que me había dicho el médico. Voy al salón de belleza. Allí, entre relajos y comentarios de mi próximo parto, me doy cuenta que las contracciones se hacen regulares. Sonrió por dentro. Mentalizó. Salí de ahí al supermercado, a dos esquinas. Compré algunas cosas y cuando subo al vehículo me doy cuenta que las contracciones se intensifican. 

Llegué agotada al apartamento. Almuerzo una ensalada y le digo a mi suegra que creo que nos vamos pronto a la clínica. Lo que no me imaginé es que tan pronto sería...fue muy pronto!!!

A las dos y  media de la tarde, y motivada por mi suegra, entro en la bañera. El agua me relaja y se intensifica el dolor. "Esto va rápido", me digo. Respiro, o al menos eso trato de hacer. Me visto y me siento en la sala. La ola de dolor viene y va. Llamo a mi esposo y me dice que va...que va a arreglar unos papeles. Le pido que salga lo más pronto posible. Mi suegra me consuela y acompaña. Benditas manos y bendita compañía. 

Llamo al médico y me dice que salga para la clínica. Mi suegra llama a mi esposo y no voy a repetir lo que le dijo, pero puedo decir que le dijo que saliera ya. Mientras, siento que un hacha me abre la espalda. Camino, balanceo mi cadera, respiro, me recuesto de la pared cada vez que viene una contracción...cada vez más fuerte. ¡Todo pasa muy rápido!

A las cuatro de la tarde llega mi esposo. Me aferro a su cuello. Las contracciones no me sueltan ya. No bien se apacigua una, inicia la siguiente. Esperamos a un sobrino de mi abuela, Danilo, que viene a buscarnos. Los minutos se me hacen eternos y el dolor me corta la respiración. Por fin llega el carro y bajo las escaleras (vivo en un segundo piso). A pasos de montarme en el vehículo el agua empieza a salir de entre mis piernas. Entonces, se arma el "corre corre".

No recuerdo mucho del camino a la clínica. Solo vocalizaba mi dolor (gritaba, en buen dominicano) y trataba de aguantar porque sabía y sentía que si hacía el mínimo intento de no aguantar el bebo nacía allí mismo. Mi esposo me tomaba de la mano y me consolaba entre una risa nerviosa. Mi suegra ya ni sabía que decirme y Danilo, al volante, trata de volar por encima de todo el mundo.

En la puerta de la clínica estalla el torrente de agua entre mis piernas. Ya no puedo ni hablar, solo veo a mi médico sentado en la emergencia. "Te estaba esperando". Me suben a una camilla y el médico, con esa calma sabia que admiro de él, me revisa. Entonces, se arma el segundo "corre corre". "Esta completa. Despejen el ascensor, rápido". Sólo distingo la voz de un enfermero que va junto a la camilla y me dice que no puje, que respire hondo. 

No hubo tiempo de ponerme una bata. Entre a la sala de parto con el vestido que llevaba puesto. Las enfermeras se apuran y yo tengo unas ganas enormes de pujar. Veo que el pediatra llega apurado. Me hace unas preguntas. Respondo. El médico se sienta delante de mí. Piernas abiertas. Una enfermera me ayuda y me dice como pujar. "No hagas la fuerza en la garganta, sino abajo, como si fueras al baño (la comparación, ahora que la pienso, no me agrada)". "Puja", me dice el médico y lo hago. "Esta primeriza es una campeona", me anima. 

Siento la cabeza del bebo. Pujo dos veces más y sale de mí. Lo ponen encima de mi barriga. Puse mis manos en su cuerpecito. Una perrilla le roba la tranquilidad y empieza a llorar. Le digo por primera vez su nombre. Fernando. Se lo llevan a pocos pasos de mí. Supongo que lo limpian y revisan. Sigo hablándole. Minutos después sale la placenta y mi doctor me la enseña. Me da unos puntos y me duermen. 

Despierto en la sala de recuperación. No sé que hora es. Tengo tantos deseos de ver a mi pequeño. Mi esposo entra y me llena de besos. Me habla de Fernando. Está en el cunero. El esposo está emocionado, feliz. Mi suegra entra también. Tan emocionada como mi esposo. Ella se estrena como abuela. Las enfermeras no paran de preguntarme si soy primeriza, si es mi primer parto. Me felicitan. No sabía que un parto natural era un acontecimiento tan extraño, quizás, o será que por la rapidez del mío les costaba creer que fuera el primero.

Mi esposo me dice que en la clínica no hay habitaciones disponibles. Me pasan a una habitación de recuperación. Entra mi hermana, mi suegra, una prima de mi esposo y mis compadres. Estoy bien, pero me entristece no poder ver a mi hijo hasta el día siguiente. Me enseñan fotos del bebo en el cunero. Es hermoso.

Mi esposo se queda conmigo. Me cuida y vigila el sueño. ¡Qué madrugada tan larga!

Temprano en la mañana recibimos la visita del pediatra. Todo bien con el bebo. Yo solo pienso en que ya me le dieron formula. Luego va mi doctor. "Estas muy bien. ¿Quieres irte hoy?". Claro!!! Sonrío. Recojemos todo. Y voy lo más pronto posible al cunero. 

Ahí está. Fernando. Con sus grandes ojos. Es mi hijo. Es el bebo que creció dentro de mí. Entro al cunero y mi esposo se queda fuera. Una enfermera me pasa al niño y me quedo mirándolo. Lo abrazo. Trato de recordar la forma en que debo colocarlo para amamantarlo. "¿Y tu médico no te dijo cómo hacerlo?", me dice una odiosa enfermera. "Una cosa es que me lo expliquen, y otra es hacerlo por primera vez", le respondo. Otra enfermera se acerca y me ayuda. 

Entonces sí, cuando Fernando me mira pegado a mi teta el mundo se abre nuevo para mí.

Bienvenido, Rey Sol.

Como siempre...mi nombre mal escrito.





martes, 9 de octubre de 2012

Y a las 40 semanas y dos días...

Nació Fernando.

Cinco de octubre.

A las 5:25 de la tarde.

Pesó 7 libras y 14 onzas. Talla: 52 centímetros.

Parto vaginal (natural, rápido y deseado. Ya contaré los detalles. Fue un "corre corre").

Lactancia desde antes de las 24 horas de nacido. Desde el tercer día solo seno, solo tetas.

Padre con mamitis aguda, pero todo un padre apoyando a la madre y esposa.

Ambos, felices.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Parto vaginal: lo natural que es "antinatural"

Acabo de entrar en la semana 36 de mi embarazo. Mi panza ha crecido mucho. Por lógica, es que el bebo está en su momento de solo tomar peso. Hace una semana y días atrás, y según el eco, podría estar sobrepasando las 6 libras.

Entre los comentarios frecuentes en estos días es para señalarme lo grande que esta mi panza o decirme "estás a punto de desembarcar", "¿y por qué no tomas ya un descanso del trabajo?".

Pero la cuestión que más me comentan y ante la cuál suelo quedarme extrañada con muchas de las expresiones a mi respuesta es: "¿Vas a dar a luz normal?".

Recuerdo, y lo comenté con una amiga que ha tenido sus dos hijas en partos vaginales, que hace años no era algo que se preguntaba sino que se tenía asumido. Tu parto debe ser normal, o sea, vaginal. La anormalidad era que te hicieran cesárea.

Resulta que ahora no. Muchas personas me dicen cosas como "¡¿Piensas parir normal?!" "¿No te da miedo?" "¿Y tu vas a aguantar esos dolores?" "Bueno....ojalá que sí"

Mi amiga Patricia, la que ha dado a luz a su dos nenas por parto vaginal, me comentó que en la clínica la señalaban como "la valiente". Nos reímos. Me dio ánimos para visualizar mi parto vaginal, para reafirmarme que es lo que es: lo más natural del mundo. Hasta me dijo que si me siento bien no tengo porque inmovilizarme en mi casa, sino todo lo contrario.

Sigo con mi rutina, más lenta, con menos obligaciones laborales aunque vengo a cumplir mi horario y hacer las asignaciones dentro de la redacción. Hasta escribí un artículo freelance para una revista y ando corrigiendo un texto de un amigo por pago.

Y sí, le respondo a todo el mundo, quiero lo natural que parece se ha convertido en lo más antinatural de mundo: un parto vaginal.

P.D. Hace unos meses escribí sobre el tema de las cesáreas versus el parto vaginal para el periódico en el que laboro. Aquí lo pueden leer: ¿Parto vaginal o cesárea?