Después de su nacimiento y verlo sonreír, lo que más me ha emocionado es escuchar su voz.
Una voz que llegó tarde, confusa, algo incomprensible, con los días se va haciendo más clara, más suya.
Su tono de voz me parece hermoso. Canta, tararea, repite diálogos de los programas de televisión, lee palabras que reconoce, intenta formar una oración. Le voy señalando y describiendo objetos, animales, situaciones, lugares, sentimientos...las señaló, los describo y le digo como se llaman. Él repite, incorpora una palabra a su limitado vocabulario. Y sigo señalando, describiendo y nombrando, y él sigue repitiendo y, de a poco, incluyendo.
"Abrazo", dice, mientras me abraza. "Mucho", cuando le pregunto cuánto me quiere. "Mamá", "Mami", me llama.
Es dulce su voz. Una especie de capullo que se abre tan lentamente, tan esforzadamente, pero a la vez, tan contentivo de belleza, de la inesperada belleza que anhelas, que deseas, y que él va logrando a expensas de mis anhelos y mis deseos.
Su voz, escuchar su voz. Una llave.