Me acostumbré, desde mi adolescencia, a tratar de tener el control de mi pequeño mundo, de mis cosas. Pasó así porque tuve que asumir responsabilidades de adulta cuando no me tocaba, eso pienso. Y recuerdo verme con catorce años haciendo diligencias para escribirme en el liceo, sin más compañía que la mejor amiga que tenía en ese momento.
Esto tiene su lado bueno y su lado no tan bueno. En mi caso, me creo una independencia temprana, aprendí a sortear dificultades que luego me permitieron ser apoyo de otras personas, me hizo más reflexiva. Pero...pero, también te hace vulnerable a creerte perfecta, a tener poca aceptación cuando las cosas no marchan como quieres o como entiendes que tu esfuerzo o deseos lo merecen. Te crea una concha para repeler el mundo, a veces a costa de tus propios sentimientos.
Tuve un poco de todo eso, de lo bueno y lo malo. Con el tiempo, y la adultez, maduras con más tranquilidad y te das cuenta de que la vida es vida, de que las cosas no dependen siempre de ti, pero sí siempre depende de la manera en como la asumes.
El embarazo te vuelve sensible, vulnerable, dentro de una fuerza que te hace vivir ese momento. Pero el punto más importante no es que te hace así ante la vida, sino ante ti misma. Ahí caben todas esas preocupaciones, afanes y desbordamientos maternales de las primerizas. Y en este momento, no hay algo que valga más que la tribu.
¿Qué es la tribu? Pues la madre, mi madre que tuvo tres niños por parto natural después de cumplir 30 años. La abuela, mi abuela, que parió siete, cuatro de ellos en su casa, que vio morir a uno de sus hijos antes de que cumpliera los tres años. La hermana, mi hermana, que es madre soltera, que ha asumido la crianza cien por cien de mi sobrino. De las amigas, todas las amigas madres, que han pasado ese proceso de ser primerizas, que entienden por lo que pasas, que ha superado depresiones post parto. Esa es la tribu.
En estos días en que me desbordo, en que me he sentido algo atrapada pensando en gastos no tan necesarios, en que a veces quisiera agarrar la tarjeta de crédito y comprar de todo, de todo...las voces de la tribu me dan sus sabios consejos. Me han dicho que el bebo en sus dos primeros meses necesita, más que cualquier lujo, un lugar donde dormir, la ropita necesaria que dejará desde que empiece a engordar, alimentación, pañales y mucho amor. Que nada de las mil cosas que te quieren "meter por ojo, boca y nariz" la publicidad de las tiendas de bebes son, en su mayoría, necesarias. Que hay cosas que pueden esperar, y que se hacen paso a paso.
Entonces pienso en la cuna que compartimos mis tres hermanos. Pienso en lo que mi abuela me cuenta de la crianza de sus hijos pequeños, hasta de una tía que cuando nació no tenía nada más que la toalla donde la envolvieron, de mis amigas resolviendo con lo importante, con el bebo durmiendo en el coral o en el moisés en lo que se juntaba en dinero de la cuna.
También cuando me hablan de sus partos, de sus experiencias, de como enfrentaron sus primeros momentos de madre. Y sabes, al verlas, al conversar con ellas, que tú también eres parte de esa tribu de madres y que, al igual que ellas, saldrás adelante.
Que me disculpen los promotores de los cursos prenatales, pero prefiero mil veces los cursos de esta tribu.
jueves, 30 de agosto de 2012
jueves, 23 de agosto de 2012
Falta poco...
Acabo de cumplir 34 semanas. O sea, que estoy entrando en el octavo mes. Falta poco para conocer a Fernando.
Hoy, de manera particular, me siento muy cansada. Mi cuerpo quiere estar durmiendo, descansando, pero ahora estoy en la redacción del periódico y esperando novedades de una tormenta que afectará al país. Solo espero que no me manden a buscar ninguna información a la calle.
Aun tengo muchas cosas que preparar. Mi maleta esta casi lista y me resta lavar toda la ropa del bebo y plancharla. Por las lluvias anunciadas por la tormenta, que se teme se pueda convertir en ciclón, no podré lavar las ropitas del bebe. Así que espero hacerlo a partir del lunes.
Ver su habitación, que aun no está la cuna (todo el mundo me dice que no la arregle hasta que no nazca el niño. Es una costumbre muy dominicana que me parece tiene que ver con la buena suerte o con la precaución ante lo que puede pasar hasta el último momento), sus ropas, sábanas, teteros...me llena de emoción. Siento tan real ahora su llegada.
No sé hasta cuanto aguantaré en el trabajo. Por ahora puedo. Estoy lenta. Me balanceo (sonrisas)...parezco un patito. ¿Será que romperé fuente en la redacción?
El jueves que viene me toca cita y sonografía. Pienso grabar la eco para tenerla de recuerdo.
El esposo y futuro padre anda caminando en las nubes. Ansioso por conocer al bebo. Anoche, cuando llegué de trabajar pensé que la casa estaba sola hasta que escuche que me llamaba desde la habitación de Fernando. Ahí estaba, sentado en el piso. "¡Qué cosas tan hermosas!", me dijo mientras revisaba los últimos regalos de Fernando.
Mientras, la familia anda muy atenta de nosotros. Mi hermana ha sido un verdadero apoyo en todo este proceso. Mi madre llama y pregunta. La suegra, futura abuela primeriza, pasó una semana con nosotros y anda preparándose para regresar antes de la fecha de parto, que de acuerdo con las cuentas es entre el 28 de septiembre al 4 de octubre. A ver que mes elige.
¿Miedo al parto vaginal? Ninguno. Más miedo tengo que me digan que me van a hacer cesárea. En mi última eco supe que el bebo está en posición, con su cabecita hacía abajo. Solo espero que no se le haya ocurrido cambiar de idea.
Por último, ayer me entregaron las fotos de una sesión que nos tomamos con la panza. Pondré algunas. Les comento que me hice un desnudo, quedo hermoso y es un recuerdo que atesoraré. Amo cada cambio que ha dado mi cuerpo para dar paso a la vida de Fernando. Me siento una embarazada de lo más sexy y mi esposo me lo ha reafirmado (ahora que lo pienso, es probable que hable de sexo y embarazo en el próximo post...)
A esperar lo poco.
Hoy, de manera particular, me siento muy cansada. Mi cuerpo quiere estar durmiendo, descansando, pero ahora estoy en la redacción del periódico y esperando novedades de una tormenta que afectará al país. Solo espero que no me manden a buscar ninguna información a la calle.
Aun tengo muchas cosas que preparar. Mi maleta esta casi lista y me resta lavar toda la ropa del bebo y plancharla. Por las lluvias anunciadas por la tormenta, que se teme se pueda convertir en ciclón, no podré lavar las ropitas del bebe. Así que espero hacerlo a partir del lunes.
Ver su habitación, que aun no está la cuna (todo el mundo me dice que no la arregle hasta que no nazca el niño. Es una costumbre muy dominicana que me parece tiene que ver con la buena suerte o con la precaución ante lo que puede pasar hasta el último momento), sus ropas, sábanas, teteros...me llena de emoción. Siento tan real ahora su llegada.
No sé hasta cuanto aguantaré en el trabajo. Por ahora puedo. Estoy lenta. Me balanceo (sonrisas)...parezco un patito. ¿Será que romperé fuente en la redacción?
El jueves que viene me toca cita y sonografía. Pienso grabar la eco para tenerla de recuerdo.
El esposo y futuro padre anda caminando en las nubes. Ansioso por conocer al bebo. Anoche, cuando llegué de trabajar pensé que la casa estaba sola hasta que escuche que me llamaba desde la habitación de Fernando. Ahí estaba, sentado en el piso. "¡Qué cosas tan hermosas!", me dijo mientras revisaba los últimos regalos de Fernando.
Mientras, la familia anda muy atenta de nosotros. Mi hermana ha sido un verdadero apoyo en todo este proceso. Mi madre llama y pregunta. La suegra, futura abuela primeriza, pasó una semana con nosotros y anda preparándose para regresar antes de la fecha de parto, que de acuerdo con las cuentas es entre el 28 de septiembre al 4 de octubre. A ver que mes elige.
¿Miedo al parto vaginal? Ninguno. Más miedo tengo que me digan que me van a hacer cesárea. En mi última eco supe que el bebo está en posición, con su cabecita hacía abajo. Solo espero que no se le haya ocurrido cambiar de idea.
Por último, ayer me entregaron las fotos de una sesión que nos tomamos con la panza. Pondré algunas. Les comento que me hice un desnudo, quedo hermoso y es un recuerdo que atesoraré. Amo cada cambio que ha dado mi cuerpo para dar paso a la vida de Fernando. Me siento una embarazada de lo más sexy y mi esposo me lo ha reafirmado (ahora que lo pienso, es probable que hable de sexo y embarazo en el próximo post...)
A esperar lo poco.
lunes, 20 de agosto de 2012
Salud, embarazo y cobertura médica III
Dar el brazo a torcer.
Eso he hecho con el tema de la cobertura de mi parto.
Como recordarán en otro post anterior hablé sobre la noticia que me dio mi doctora sobre unos honorarios que cobra, además de la cobertura de mi seguro médico privado, y de cómo en mi seguro no me ofrecieron ninguna garantía de defensa.
A raíz de este texto, muchas amigas y conocidas madres me contaron la misma experiencia. Algunas fueron avisadas luego del parto, o sea, su doctor o doctora nunca les había mencionado el tema. Otras me contaron que decidieron negociar con sus doctores, por la confianza de atención desde hace años o porque ya era muy tarde para cambiar de médico, o porque eso les garantizaba una atención médica de calidad. Descubrí para mi terror que gran porcentaje de los ginecólogos obstetras hacen lo mismo.
Quise hacer un intento nuevamente, ya que el tema me mortificó por más de un mes. Antes de volver a mi cita, que fue hace casi tres semanas, fui personalmente a la oficina de mi seguro médico. Las respuestas fueron las mismas. Nada que hacer. Me repetían que tengo cobertura de un 100% en caso de parto vaginal y de un 80% en caso de cesárea, pero no me ofrecieron ningún detalle sobre el monto que pagan de honorarios. "Es un negociación entre tú y tu doctora".
El día de la cita mi esposo y yo hablamos del tema con ella. Aparentemente compresiva me volvió a dar sus razones de que los seguros no pagan a tiempo, de que es poco lo que pagan. Yo ya estaba aturdida. Me pesaba el hecho, y me pesa. Tengo más de cinco años atendiéndome con ella y nunca me había cobrado fuera de lo que mi seguro estipulaba. Trató mi endometriosis ovárica y las lesiones en el cuello del útero con muy buenos resultados, ambas cosas me pusieron en jaque y me hicieron temer lo peor. Ella detectó todo a tiempo y todo fue bien. Confio en ella y se que es una gran profesional, una doctora que aconseja y que trata de animarte para que tengas un parto vaginal.
Por eso este tema me desconcertó tanto, precisamente en este momento de mi vida, en mi embarazo, ella asumiera esa visión mercantilista que prima en la medicina de mi país.
Le planteamos nuestra necesidades y la imposibilidad de pagarle lo que pedía. Cedió en cobrarnos menos.
Mi esposo me dice que es mejor así, que no es bueno cambiar de médico en un proceso de embarazo, y más luego de estar tantos años atendiéndome con ella. Y conociendo las historias que conozco, no creo que me sentiría bien en manos de otra persona faltando dos meses para mi parto. Accedí.
Ya no quiero pensar en el tema, ni mortificarme más. Me pesa el hecho de que posiblemente la diferencia de pago en la clínica donde me atenderé no sobrepasará los tres mil pesos y sin embargo tendré que pagar esa cantidad multiplicada por cinco para unos honorarios que los médicos especialistas en este país tienen, según me afirmaron en el seguro, "derecho de cobrar".
Me pesa también que no hay ninguna instancia que prohíba esta práctica, ni nadie que te defienda ante esto. De que cada día le descubra una nueva falla o incumplimiento a la ley de Seguridad Social, a más de diez años de su promulgación.
Después del parto, cambiaré de ginecóloga.
Eso he hecho con el tema de la cobertura de mi parto.
Como recordarán en otro post anterior hablé sobre la noticia que me dio mi doctora sobre unos honorarios que cobra, además de la cobertura de mi seguro médico privado, y de cómo en mi seguro no me ofrecieron ninguna garantía de defensa.
A raíz de este texto, muchas amigas y conocidas madres me contaron la misma experiencia. Algunas fueron avisadas luego del parto, o sea, su doctor o doctora nunca les había mencionado el tema. Otras me contaron que decidieron negociar con sus doctores, por la confianza de atención desde hace años o porque ya era muy tarde para cambiar de médico, o porque eso les garantizaba una atención médica de calidad. Descubrí para mi terror que gran porcentaje de los ginecólogos obstetras hacen lo mismo.
Quise hacer un intento nuevamente, ya que el tema me mortificó por más de un mes. Antes de volver a mi cita, que fue hace casi tres semanas, fui personalmente a la oficina de mi seguro médico. Las respuestas fueron las mismas. Nada que hacer. Me repetían que tengo cobertura de un 100% en caso de parto vaginal y de un 80% en caso de cesárea, pero no me ofrecieron ningún detalle sobre el monto que pagan de honorarios. "Es un negociación entre tú y tu doctora".
El día de la cita mi esposo y yo hablamos del tema con ella. Aparentemente compresiva me volvió a dar sus razones de que los seguros no pagan a tiempo, de que es poco lo que pagan. Yo ya estaba aturdida. Me pesaba el hecho, y me pesa. Tengo más de cinco años atendiéndome con ella y nunca me había cobrado fuera de lo que mi seguro estipulaba. Trató mi endometriosis ovárica y las lesiones en el cuello del útero con muy buenos resultados, ambas cosas me pusieron en jaque y me hicieron temer lo peor. Ella detectó todo a tiempo y todo fue bien. Confio en ella y se que es una gran profesional, una doctora que aconseja y que trata de animarte para que tengas un parto vaginal.
Por eso este tema me desconcertó tanto, precisamente en este momento de mi vida, en mi embarazo, ella asumiera esa visión mercantilista que prima en la medicina de mi país.
Le planteamos nuestra necesidades y la imposibilidad de pagarle lo que pedía. Cedió en cobrarnos menos.
Mi esposo me dice que es mejor así, que no es bueno cambiar de médico en un proceso de embarazo, y más luego de estar tantos años atendiéndome con ella. Y conociendo las historias que conozco, no creo que me sentiría bien en manos de otra persona faltando dos meses para mi parto. Accedí.
Ya no quiero pensar en el tema, ni mortificarme más. Me pesa el hecho de que posiblemente la diferencia de pago en la clínica donde me atenderé no sobrepasará los tres mil pesos y sin embargo tendré que pagar esa cantidad multiplicada por cinco para unos honorarios que los médicos especialistas en este país tienen, según me afirmaron en el seguro, "derecho de cobrar".
Me pesa también que no hay ninguna instancia que prohíba esta práctica, ni nadie que te defienda ante esto. De que cada día le descubra una nueva falla o incumplimiento a la ley de Seguridad Social, a más de diez años de su promulgación.
Después del parto, cambiaré de ginecóloga.
lunes, 6 de agosto de 2012
Mi madre y mi futuro como madre
Lo había escuchado hasta la saciedad: "Cuando seas madre entenderás muchas cosas de tu madre".
Aun no ha nacido Fernando, pero desde que quedé embarazada comprendí muchas cosas de mi madre.
Cuando estaba en el proceso de los malestares recuerdo haberla llamado y decirle si ella pasó por todo eso. Me respondió que sí, tres veces. Le dije que gracias. Reímos. "No es fácil, pero el resultado es hermoso", me dijo.
Con el tiempo, y a pesar de que de rosas tiene poco el proceso de embarazo físicamente hablando, entendí lo de hermoso que me dijo mi madre. Esa ilusión que te crece y que no puedes evitar, esas ganas de conocer a tu bebe, el miedo ante la espera y pensar en lo que no puede salir bien. En que todo el proceso te cambia, te da otra que no eres tú, otra mujer que se va gestando con ese hijo o hija.
Mis primeros recuerdos de niña me traen imágenes de mis brazos rodeando su cintura y observando lo que hacía. De como me hacía el mismo peinado cada mañana para que fuera a la escuela. Su voz dulce. Cuando cumplí nueve años ella se fue a Estados Unidos con mi padre y me dejó al cuidado de mi abuela, junto a mis hermanos. Confieso que es lo peor que puede pasar un niño o niña: ser separado de su madre.
En ese momento nada en el mundo me podía hacer comprender esa separación. Sufrí, y sé que mis hermanos también -que tenían 11 años, mi hermana, y ocho mi hermano- la incomprensión del razonamiento adulto de muchos de nuestros familiares."Lo hizo por el bien de ustedes"; "es para darles una mejor vida"; "es lo mejor". Nosotros solo queríamos estar con nuestra madre. Nadie parecía comprender eso. Muchos rallaron en lo cruel.
En esos años de separación, ella padeció de cáncer de seno, se separó de mi padre, superó su enfermedad, hizo todos los trabajos inimaginables (y aun trabaja), logró ahorrar para comprar un apartamento, volvió con mi padre...y sé que sufrió tanto como mis hermanos y yo, y supongo que fue igual de incomprendida.
Pasaron nueve años antes de volverla a ver. Nueve años. Ya no solo serían llamadas y los regalos de sacrifico de la separación, ahora era ella otra vez en físico, con su voz y su abrazo. Una vez al año, desde entonces, mi madre regresa para estar con nosotros.
Ahora de adulta comprendo su decisión de irse para darnos un futuro mejor, aunque nada de eso nos devuelva, ni a ella ni a nosotros, lo perdido. Comprendo su dolor, no solo el mío. Me juré, cuando quedé embarazada, que nunca me separaré de mi hijo, aunque tengamos que vivir bajo un puente. Haré todo lo que este a mi alcance para no dejarlo, aunque eso signifique una "mejor vida", no podría hacerlo, no después de lo que viví.
Amo a mi madre, y cada día que veo mi panza crecer, la amo más desde esta dimensión que ahora vivo y la comprendo con un amor distinto.
Además, es la única persona que me ha hablado del parto sin miedo. "Es un dolor, sí, pero verás que después eso se olvida. Trata de parir, es lo mejor. Eso es como un dolor fuerte de menstruación, pero podrás, todas podemos".
Gracias, madre.
Aun no ha nacido Fernando, pero desde que quedé embarazada comprendí muchas cosas de mi madre.
Cuando estaba en el proceso de los malestares recuerdo haberla llamado y decirle si ella pasó por todo eso. Me respondió que sí, tres veces. Le dije que gracias. Reímos. "No es fácil, pero el resultado es hermoso", me dijo.
Con el tiempo, y a pesar de que de rosas tiene poco el proceso de embarazo físicamente hablando, entendí lo de hermoso que me dijo mi madre. Esa ilusión que te crece y que no puedes evitar, esas ganas de conocer a tu bebe, el miedo ante la espera y pensar en lo que no puede salir bien. En que todo el proceso te cambia, te da otra que no eres tú, otra mujer que se va gestando con ese hijo o hija.
Mis primeros recuerdos de niña me traen imágenes de mis brazos rodeando su cintura y observando lo que hacía. De como me hacía el mismo peinado cada mañana para que fuera a la escuela. Su voz dulce. Cuando cumplí nueve años ella se fue a Estados Unidos con mi padre y me dejó al cuidado de mi abuela, junto a mis hermanos. Confieso que es lo peor que puede pasar un niño o niña: ser separado de su madre.
En ese momento nada en el mundo me podía hacer comprender esa separación. Sufrí, y sé que mis hermanos también -que tenían 11 años, mi hermana, y ocho mi hermano- la incomprensión del razonamiento adulto de muchos de nuestros familiares."Lo hizo por el bien de ustedes"; "es para darles una mejor vida"; "es lo mejor". Nosotros solo queríamos estar con nuestra madre. Nadie parecía comprender eso. Muchos rallaron en lo cruel.
En esos años de separación, ella padeció de cáncer de seno, se separó de mi padre, superó su enfermedad, hizo todos los trabajos inimaginables (y aun trabaja), logró ahorrar para comprar un apartamento, volvió con mi padre...y sé que sufrió tanto como mis hermanos y yo, y supongo que fue igual de incomprendida.
Pasaron nueve años antes de volverla a ver. Nueve años. Ya no solo serían llamadas y los regalos de sacrifico de la separación, ahora era ella otra vez en físico, con su voz y su abrazo. Una vez al año, desde entonces, mi madre regresa para estar con nosotros.
Ahora de adulta comprendo su decisión de irse para darnos un futuro mejor, aunque nada de eso nos devuelva, ni a ella ni a nosotros, lo perdido. Comprendo su dolor, no solo el mío. Me juré, cuando quedé embarazada, que nunca me separaré de mi hijo, aunque tengamos que vivir bajo un puente. Haré todo lo que este a mi alcance para no dejarlo, aunque eso signifique una "mejor vida", no podría hacerlo, no después de lo que viví.
Amo a mi madre, y cada día que veo mi panza crecer, la amo más desde esta dimensión que ahora vivo y la comprendo con un amor distinto.
Además, es la única persona que me ha hablado del parto sin miedo. "Es un dolor, sí, pero verás que después eso se olvida. Trata de parir, es lo mejor. Eso es como un dolor fuerte de menstruación, pero podrás, todas podemos".
Gracias, madre.
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