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domingo, 22 de mayo de 2022

Es feliz

Casi con diez años.

Buscando opciones para su aprendizaje, que el sistema escolar en República Dominicana no le interesa incluir a niños con discapacidades de ningún tipo, así que toca a los padres asumir también la educación formal que el Estado no quiere ni tiene interés en cubrir.

Gozando un mundo con verlo crecer.

Confiando en sus competencias.

A punto de sacarlo del mundo de ABA (eso da para una cátedra de experiencia personal)

Aprendiendo mucho de los adultos que fueron niños como él.


lunes, 12 de octubre de 2020

Ocho años

 Diré, escribiré, lo que dicen y escriben la mayoría: el tiempo pasa volando.

Fernando tiene ocho años y ha sido una aventura verlo crecer, una muy distinta a la que pude imaginar. 

Este año, en especial y como todos y como en todo, ha sido más difícil. No por él, ni por mí ni por su padre, sino por lo que todo el mundo padece, un nuevo coronavirus que ha puesto a la humanidad medio de cabeza.

Fernando, como a todos, le ha afectado esta "nueva realidad". Hay días en que no me canso de pensar lo que realmente ha significado para él pasar meses en casa aislado de lo que era su rutina, de la novedad de salir con mascarillas a la calle, de que su madre le lea un cuento en que le habla de un virus. 

Él no pregunta tanto como antes, se ha vuelto más introspectivo, y supongo que al igual que la mayoría, y porque lo veo accionar así, ha buscado refugio y evasión en su tableta, en Minecraft, en la novedad de una mascota en casa y en pensar, como vagamente recuerdo que piensan los niños: que todo está bien mientras gires alrededor de tu lugar seguro. Porque la dimensión y el peso de lo que vives en tu niñez se hace presente en tu no niñez. 

Así llegó el lunes pasado a los ocho años, en un mundo que cambio más rápido que de costumbre, el mundo de su escuela, de las profesoras, de sus terapias, del parque. Aunque para esta fecha ya algunas cosas se han acomodado a una nueva rutina, como unas clases a distancia que recibe en su salón de clases, y la novedad de sus prácticas de natación.

A pesar de los miedos de madre por su futuro, su presente es, y confió que así sea, luminoso. 

Y por supuesto, agradezco a ese presente luminoso el aprendizaje a través de mi hijo. 



jueves, 23 de mayo de 2019

El niño crece

Soy yo.
Un tiempo sin escribir sobre esto de ser mamá.

Fernando crece.

Lo veo y recuerdo mi propia niñez, ya tan borrosa, marcada por esta vida de adulta.

Fernando ahora no tiene ese peso. Es un niño con mucha energía, que ha avanzado bastante en su camino de ser como es, como la azarosa decisión de la vida, fortuita, sin cartas marcadas, decidió que tendría que ser.

Pregunta ("¿Qué es eso, mami?). Bromea. Me da besitos y me dice "te quiero" para ablandarme y obtener lo que quiere.

Le gusta el basketball y parece jugarlo bastante bien.

Sabe sumar cifras pequeñas, escribir su nombre, escribir mamá, papá, castillo...

Repite y repite los capítulos de Masha en Netflix, también los de Peppa Pig. Dejó atrás su obsesión por las intro de las películas (¡Menos  mal!).

Casi todas las madrugadas se levanta, cruza el pasillo, y se sube a la cama de mamá y papá.

Es feliz, sin duda. Es amado y nos ama.

Mientras sigo pensando en su futuro, el sigue viviendo el presente con un frenesí que a veces me hace desear que no crezca. Pero crecerá.

Y yo con él, de alguna manera.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Fe

Observarte sentado, aplaudiendo. Señalar al Santa Claus, seguir las instrucciones de tu profesor, enseñar el carro de juguete que te regalaron, sonreír por tu regalo, posar para la foto (sólo sonrisas para las foto de mamá), dejarte pintar globitos en el cachete izquierdo.

Despedirte de tus compañeros, con mucha efusividad, eso sí, pero tratando de decir sus nombres de manera correcta, abrazar a algunos.

Expresar tu cariño por los que siempre están alrededor de ti, pedir abrazos, dar besos espontáneos. Decirles sus nombres.

Ver la palabra oso y leer "oso".

Irte a dormir con Mickey porque tu papá te dijo que es tu compañero de sueño y ahora te acompaña a dormir. Llevarlo contigo a la cama de papá y mamá, donde pasas a dormir las últimas horas de la madrugada como todos los días, en el feliz abrigo de tus padres.

Responder de qué color son tus zapatos, el cielo, el plato, el vaso, la silla.

Dibujar a las niñas de tu escuela rodeadas de flores, dibujar casas, niños entrando a la casa, dibujar el sol, las nubes.

Buscar la luna en la noche, señalarla y decirme. "Luna".

Tomar mi mano y esperar que los vehículos pasen para cruzar la calle. Observar el exterior desde un autobús.

Darme besitos para que te dé el móvil...

Que tu profesora me diga que tomaste los exámenes, tus primeros exámenes escolares, sin mucha ayuda.

Pedirme que te lea.

Decirte "vamos a bailar" y que tome mis manos y empieces a mover los pies y la cadera, sonriendo.

Escuchar tus buenas noches y tus buenos días.

Saber que cada día, paso a paso, construyes un puente con el mundo, tu mundo.

Fe... fe en ti.

lunes, 17 de septiembre de 2018

El teléfono

Foto tomada de www.vasderetro.com


Con un vocabulario limitado, pero si que muy dispuesto, el hijo ahora pelea por contestar el teléfono.

La carrera es frenética cada vez que el timbre suena, y por una obviedad de tamaño y energía siempre a mil, mi hijo tiene todas las ventajas de llegar primero.

Hace un rato llamé a casa. Supuse que Adeline, la chica que me ayuda en casa, no le ganaría la carrera.

- Hola

- Hola, Fernando. ¿Cómo estás?

- Bien (y luego me dice algo que no entiendo bien, pero supongo que me habla de lo que ve en la televisión)

- ¿Estás viendo televisión?

- ¡Sí!

- ¿Tu tía Adeline está ahí?

- Sí

- Pues pásame a tu tía

Pero el afán telefónico no se limita al aparato fijo que está en la sala de la casa.

Ayer, domingo, me pidió hablar con su abuela por Whatsapp.

- Cuchi, mamá.

Hice la video llamada. Y me doy cuenta que no solo la quiere saludar, sino que pone el móvil en algún lugar donde asume que su abuela lo puedo ver lanzando la pelota a la canasta de basketball, o bailando o haciendo cualquier otra cosa.

Más tarde, secuestró mi móvil.

- Mi hija, tu hijo me llamó. Estaba hablando con él.

Era mi madre, llamando desde Nueva York. Y yo miro a mi alrededor y me doy cuenta que no tengo el móvil cerca.

Viene por el pasillo le veo el móvil. Me despido de mi madre y le pido el aparato.

Así compruebo que ha llamado a unas 10 personas de mi lista de Whatsapp y algunos me han enviado mensajes preguntándome si los había llamado.

Me pase los minutos siguientes respondiéndoles: "Disculpa, fue mi hijo".

lunes, 27 de agosto de 2018

Johanna

Johanna y Fernando.
La chica que va a casa tres veces a la semana, en las tardes, para ayudarme con los quehaceres tiene una hija. Se llama Johanna.

Mi hijo y Johanna se conocen desde hace tiempo. Ella es mayor que él, creo que por tres años. Cuando va de visita a casa se pelean por el control remoto y juegan juntos.

Una, porque así es la vida, no da mucha importancia a los lazos de los niños, o quizás no los toma muy en cuenta cuando tienes un hijo con dificultades de comunicación que expresa lo que piensa o siente de manera limitada para su edad.

Pero en estos días, y en especial después que ha ampliado su habla y comprensión de su mundo, mi hijo hizo algo que no esperaba y que me puso a pensar en lo mucho que hay dentro de él.

- Tía. Johanna. Telefono (sí, así lo pronuncia, sin la acentuación que llevan), Johanna

Lo dijo así, de repente, cuando Adeline, que así se llama la chica que me ayuda en casa, llegó una tarde de la semana pasada.

Lo repitió varias veces, a ella y a mí. Luego va al aparato de teléfono y levanta el auricular, me mira y  me dice.

- Mamá, Johanna.

Lo entiendo. Quiere ver a Johanna y quiere que la llame para el hablar con Johanna o para que yo le diga a Johanna que venga.

Le expliqué que Johanna no tiene teléfono, que no la podemos llamar, pero que su mamá, Adeline, la traerá la próxima semana.

Insistió un poco más. Creo que en algún momento entendió.

Pero hoy, cuando volvió a ver a Adeline, a quien le dice tía, le volvió a "preguntar" por Johanna y me insistió con llamar a Johanna.

Hay que coordinar la visita con Johanna pienso... y reparo que mi hijo ha construido lazos más externos de cariño, lazos más allá de los que lo rodeamos todos los días. Tiene mucho que no ve a Johanna y extraña a Johanna. Y expresa su nostalgia por Johanna.

Mi hijo extiende sus lazos.

miércoles, 27 de junio de 2018

Madre versus tableta (o el bendito celular)

Fernando está de vacaciones.

8 de la mañana.

- Mamá, mamá, mamá

- Mmmmmmmm

- Celular

- Eh... ¿Qué tú quieres?

- Yo, quiero celular

- Fernando, es muy temprano para querer celular.

Siento sus pasos alejarse. Medio me duermo otra vez. Minutos después levanto la cabeza, veo mi cartera abierta sobre la mesa de noche. Fernando ríe en la sala.

***
El tema del móvil y la tableta es un tema en casa. Y sí, como gran parte de los padres actuales suelo "soltarle" la tableta un buen rato, a veces para poder concentrarme en algún trabajo o lectura en la casa. Es fácil... pero tiene sus desventajas. Y no, no me refiero a los estudios que se comparten a cada rato en la redes de los terribles efectos del constante uso de los móviles. Mi asunto es un poco más elemental.

Todo en exceso hace daño. Todo.

Así que pensando en ello, me decidí a minimizar el tiempo de Fernando frente a una tableta o móvil. Como se pasa las mañanas conmigo ahora en vacaciones, pues he declarado las mañanas de las vacaciones sin pantallas táctiles.

La operación empezó anoche.

Llegué y apagué mi móvil, el móvil que es flota de mi trabajo y su tableta. Y los escondí en un lugar que el no conoce y no buscaría.

***
8 y media de la mañana.

- Mamá, mamá, mamá.

- Mmmmmmm

- Celular

- Los celulares se fueron de vacaciones, no están. Vamos a tener una mañana sin celular.

Silencio. Se baja de la cama y empieza a rebuscar en la casa. Me levanto, voy a baño, me cepillo. Fernando se acerca.

- ¡Mamáaaaaaaaaaaaaaaaaaa, celulaaaaaaaaaaaaaaaaaar!

- Ya te dije, no están en la casa.

- Tablet, mami.

- La tableta se fue también con ellos.

- ¡Celulaaaaaaaaaaaaaaaaaaar! ¡Tableeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee! - vocifera mientras se aleja y vuelve a rebuscar en la casa.

Voy a la cocina, pongo el café. Lo observó encender el televisor, con cara de pocos amigos. Parece resignado. Me siento en el sofá junto con él. Vuelve a insistir, le digo otra vez que no están en casa, que no habrá ni celular ni tableta hasta después del almuerzo, que puede ver televisión o dibujar.

Se pone a dibujar. Se desayuna, corretea en la casa. Ve el resumen de basket en la televisión, el inicio de un juego de fútbol. Rebusca en sus juguetes, juega con los crayones pasándolos por un remolino de agua.

Cuando empezó el programa de cocina se me acerca y me dice "puerta". Lo sigo. Me señala la puerta del horno. Ya sé que quiere. Saco una olla y se la paso. Va a su habitación y rescata sus juegos de frutas, verduras y pez de plástico para cocinar. Va a la cocina y me pide "un cuchillo", le doy el cuchillo de plástico de ese juego de cocina que tiene y que se guarda donde se guardan los de verdad. Lo observo jugar a cocinar.

Luego de bañarse, donde aproveché para que lavara sus frutas y verduras, se cambia invitándome a saltar en la cama. Luego se va a comer.

El hechizo se rompió cuando llegó papá a almorzar, pero para ese momento estaba feliz de que hiciera una rutina sin tableta ni móvil. Hasta yo me sentí liberada alegremente de ello.

Así que creo que quedará instituido todas las vacaciones la "Mañana sin celular ni tableta". Es un comienzo para disminuir lo más posible el tiempo con estos aparatos, que muy útiles que son, pero como dice el sentido común elemental, todo en exceso es dañino. Todo.

Madre 1 - Tableta y bendito celular 0

Una de las tantas imágenes que encuentro en mi móvil luego que lo usa Fernando.


domingo, 25 de marzo de 2018

Escuchar su voz

Después de su nacimiento y verlo sonreír, lo que más me ha emocionado es escuchar su voz.

Una voz que llegó tarde, confusa, algo incomprensible, con los días se va haciendo más clara, más suya.

Su tono de voz me parece hermoso. Canta, tararea, repite diálogos de los programas de televisión, lee palabras que reconoce, intenta formar una oración. Le voy señalando y describiendo objetos, animales, situaciones, lugares, sentimientos...las señaló, los describo y le digo como se llaman. Él repite, incorpora una palabra a su limitado vocabulario. Y sigo señalando, describiendo y nombrando, y él sigue repitiendo y, de a poco, incluyendo.

"Abrazo", dice, mientras me abraza. "Mucho", cuando le pregunto cuánto me quiere. "Mamá", "Mami", me llama.

Es dulce su voz. Una especie de capullo que se abre tan lentamente, tan esforzadamente, pero a la vez, tan contentivo de belleza, de la inesperada belleza que anhelas, que deseas, y que él va logrando a expensas de mis anhelos y mis deseos.

Su voz, escuchar su voz. Una llave.


jueves, 5 de octubre de 2017

Cinco años

Fernando cumple cinco años.

Mucho que decir de este viaje con mi hijo desde que nació, algo que creo estoy logrando con un poemario que trato de escribir sobre esta experiencia.

Sin duda, estoy feliz. Verlo crecer, saberlo fuerte, retador, afanoso en superar sus propios límites me pone aire bajo las alas.

Les comparto un fragmento de un poema que escribo y que se llama "Voz en el desierto", y que habla de la llegada de Fernando a mi vida.



"Dejo dicho/quizás lo necesites en una noche sin luna/que primero fue mi mano en tu espalda pequeña/que segundo, tus ojos en mis ojos asustados/que tercero, tu puño en mi dedo índice izquierdo/y luego/mis huesos pulverizados y vueltos a formar".

lunes, 28 de agosto de 2017

Llegar, quedarse

Me imita leyendo. La foto la tomó su papá, el esposo.
Fernando volvió hoy a la guardería. Nos pasamos la semana diciéndole que volvía en las tardes a la guardería, para prepararlo, porque nos han advertido de la resistencia de los cambios.
Cuando llegamos a la puerta se despidió de su papá con un beso, y caminó delante de mí. 

- ¿Dónde estamos?"
- Cuel
- En la escuela.

"¡Llegó Fernando!", gritaron los amiguitos cuando lo vieron. Se abrazó de la cuidadora. No vi su rostro ante el saludo de sus compañeros, pues estaba de espalda, pero se acercó al grupo. 

- Bye, Fernando. Mamá se va.
- Bye, mamá.

Me da un beso en la mejilla. Se quito las zapatillas, y regresó a su grupo. Sin llantos ni extrañezas.

Es la guardería de siempre. No lo cambiamos de colegio. Y creo que ha sido la mejor decisión.

lunes, 24 de julio de 2017

¿Vacaciones estructuradas?


Llenando su improvisada piscina.
El que tiene un hijo en cualquier terapia relacionada con conducta o alguna condición especial ha escuchado muchas veces la palabra estructura. Y esta palabra define, al parecer, mucho de lo que se hace con el niño o niña en sus terapias.

Y aunque no se mencione la palabra, es un hecho que también hay un tema de estructura para todos los niños: hora de levantarse, de desayunar, de comer, de dormir...

Hace tres semanas, la terapista de mi hijo me pregunta si lo voy a inscribir en un campamento infantil en sus vacaciones.

Le digo que no, que no tenemos para pagar un campamento.

Me dice que no es bueno que no tenga estructuras en sus vacaciones...

***
¿Vacaciones estructuradas?

Hace años que está el tema de los campamentos. Algo que no es malo, pero que al parecer va convirtiéndose en una especie de necesidad familiar para la clase media, en especial porque no siempre tienes vacaciones junto a tus hijos, y de paso no tienes con quien dejarlos, o donde dejarlos, mientras trabajas porque las escuelas están cerradas.

Y claro, los campamentos tiene horarios, actividades programadas.

Entiendo que unos padres que no tengan ayuda para cuidar a su hijo por un mes y medio no tengan otro camino que los campamentos, que tampoco es que son muy baratos, hay hasta opciones de prestamos para pagarlos.

Pero me pregunto, ¿las vacaciones ya no son vacaciones? ¿También deben seguir estructuras cuando se supone que es un tiempo de ser algo libres de ellas? ¿Ya los niños y niñas no deben aburrirse?

Recuerdo mis tiempos de aburrimiento vacacional, leyendo, viendo televisión, correteando, en casa del abuelo, con escasos paseos, pero paseos al fin, o a las actividades de la iglesia. Nunca tuve clases extracurriculares durante el año escolar. No fui a clase de ballet, ni de música, ni de nada. No había ni dinero para ello, ni cultura de mandar niños a un campamento.

Con 20 años fui voluntaria en un campamento de niños en la iglesia. ¡Una gran responsabilidad! Desde esa época he visto como se ha ido normalizando el tema de los campamentos. Nada malo tienen, pero me preocupa eso de que los niños siempre tenga que cumplir horarios, estructuras.

¿No los estaremos preparando para que no sepan apreciar su tiempo libre? ¿Para que siempre tenga la imperiosa necesidad de cumplir horarios, compromisos, estructuras?

***
Fernando, fuera de la condición por la que debe tomar terapias, es un niño. Y un niño que también va la escuela, que cumple horarios.

No niego que en estas vacaciones he deseado más de una vez tenerlo en un campamento, o de devolverlo con la cigüeña, pero a veces lo veo inventar, explorar, encaramarse, pedir que quiere jugar con la pelota  y entiendo que esa otra estructura es necesaria: la de disponer el tiempo sin horarios para ser y hacer...aunque eso signifique sudar y agitarme detrás de él.

Para eso también se es madre, para desesctructurarse la vida.

jueves, 31 de marzo de 2016

A su tiempo: colecho e ir al baño

Si pongo en una lista todo los comentarios negativos sobre el colecho y el tema de enseñar a mi hijo a usar el baño este post sería demasiado largo. Y si le sumó el tema de la lactancia, pues necesitaría no solo espacio, sino días para hacerla.

Pero hoy dejo la lactancia fuera y agregaré algo de lo que a veces he carecido en la crianza de mi hijo: entender que cada niño tiene su tiempo.

Y no, no digo que no les enseñemos, pero vale apuntar que los niños (si no hay alguna imposibilidad de nacimiento) no son tontos y, me parece, vienen programados para aprender de su medio ambiente estén o no los padres presentes, que a veces tenemos complejos de "dioses omniscientes y omnipresentes" y nos vamos de bruces en esa pretensión.

Dormir juntos 
El tema del colecho es uno de los que muchos asumen "en debate", algo que no le veo sentido. Usted duerme como quiere y con quien quiere, y acomoda a su familia en ese sentido por el bienestar del sueño. Se decide sobre ello y ya. Si se prefiere levantarse cada hora para "enseñar al niño a dormir" y pasar la mala noche y dejarlo llorar hasta que casi vomite...pues no estoy de acuerdo, pero es su decisión. Si tiene un niño o niña que "saber dormir" desde que nació, pues felicidades. Ninguna situación familiar sobre el sueño fuera de la mía es mi incumbencia. Pero siempre resultó que mi decisión sobre la manera de dormir en casa parecía ser incumbencia de muchos.

El asunto es que el colecho me salvó de morir de falta de sueño, facilitó la lactancia con mi hijo y me ha regalado los mejores momentos en familia. Tuve mis dudas al principio, por eso investigué, y me pareció la decisión más normal del mundo, acomodada a mis circunstancias familiares.

Así el padre y yo fuimos alternando y modificando el colecho en la medida del desarrollo del sueño de nuestro hijo. Tuvimos hasta hace poco la cuna en la habitación de nosotros. En sus primeros meses no durmió en ella de noche, a veces lo hacia en un cunero hasta que ya no cupo allí. Con el tiempo lo hicimos a medida de nuestro sueño. Dormíamos los tres juntos o lo mudabamos a su cuna si se dormía primero que nosotros, o luego lo traíamos devuelta a la cama cuando despertaba.

No, no afectó nuestra vida sexual. Y no, no daré detalles de ello. :p

Con dos años y medio le compramos su cama. Solía hacer sus siestas ahí, en su habitación. Hace pocos meses pintamos y decoramos la habitación quitando los motivos de bebé y nos decidimos a que empezará a dormir solo, viendo que al parecer Fernando estaba listo para el cambio ya con tres años. Lo retrasamos un poco hasta que la "sicologa de pesadilla" nos llamó la atención al respecto. Fue lo único bueno que sacamos de esa consulta: decidir la mudanza del lugar del sueño de Fernando.

Para nuestra sorpresa, el primer día durmió sin despertares hasta el otro día. Después de la primera experiencia, los siguientes días también fueron manejados como manejamos el colecho: al ritmo de nuestro hijo. Cuando se despierta en la madrugada y me llama, vamos a verlo. La mayoría de las veces solo quiere que lo abracen un rato y nunca se lo negamos. Me suele tomar de la mano o abrazarme un brazo y vuelve a quedarse dormido a los pocos minutos. Unas pocas veces me duermo con él sin darme cuenta, pues estoy muy cansada o somnolienta. Otras veces el papá lo lleva a nuestra cama. Otras veces no nos volvemos a ver despiertos juntos hasta el otro día.

Eso sí, en las mañanas siempre llama o va a nuestra habitación, se sube o lo subimos a la cama y ahí vuelve a dormirse un poquito más o nos despierta para que nos levantemos.

Así el colecho se ha ido espaciando, al ritmo de Fernando. Sin gritos, sin lloros, sin pleitos, sin sufrimientos innecesarios, sin malas noches. Todas las noches han sido buenas.

Hacer pipí
Recuerdo que un día una madre me dijo que ella despertaba a su hijo varias veces en la madrugada para ponerlo a hacer pipí. "Así es que aprenden". Yo no tenía planeado enseñarle de esa manera.

Leí sobre el tema. Entendí que ningún niño asume el tema de ir al baño cuando no está ya preparado, y que en eso unos lo hacen antes que otros. Desde los dos años de edad de Fernando compré un adaptador para el inodoro y una bacinilla...y desde esa época traté de que mi hijo entendiera lo de la pipí y la "caca", como él le dice.

No valía nada. Claro, él avisaba pero cuando ya había que limpiarlo. O se quitaba el pañal o los calzoncillos con sus desastrosas consecuencias, aunque hay que señalar que en muchas ocasiones sus pañales con "caca" los llevaba al baño, botaba su contenido en el inodoro y le daba a la palanca.

Y sí, él nos veía y nos ve haciendo "del uno y del dos". Y tan servicial es que siempre nos pasa el papel de baño. Un encanto mi Fernando.

Pues bien, hace exactamente tres semanas hoy que Fernando se encontraba sentado viendo televisión después del almuerzo. Desde hace meses, cuando llega de la escuela, le quito el pañal y le pongo un calzoncillo. Resulta que de repente se pone de pie y toma el pasillo que lleva la baño. Curiosa lo sigo con la mirada.

Abrió la puerta. Levantó las dos tapas del inodoro. Se bajó los calzoncillos y...¡Guala! Hizo pipí sin que nadie le dijera nada, sin obligarlo. Así de simple. Y lo mejor es que halo la palanca y bajó las tapas.

A mí se me aguaron los ojos. Un año en eso y él, cuando lo decidió, lo hizo. Y lo mejor es que no lo ha dejado de hacer.

Aun trabajamos con la "caca", pero creo que se avanzará pronto en ese proceso.

Y al escribir esto lo vuelvo a aprender, porque siempre se me olvida, a su tiempo los hijos nos enseñan que son quienes son, diferentes no solo a nuestros organigramas y prejuicios y dudas y demás si lo dejamos alimentar su espacio de personalidad, sino tan acertados en hacernos entender el valor del tiempo cuando es el tiempo.

jueves, 3 de marzo de 2016

De psicólogas y el espacio entre el infierno...y el cielo

Fernando jugando con papá.


El asunto empezó algunos meses atrás.

Fernando no habla, o mejor dicho, habla muy poco.

Cuando tenía un poco más de dos años y medio lo llevé por esta razón a una terapeuta del habla, quien me recomendó ponerlo en la escuela, además de anotarme que había puntos de alarma sobre alguna actitudes de mi hijo en relación con el espectro autista.

Lo puse en la escuela.

Seis meses después su vocabulario es mínimo. Pocas palabras, cero oraciones simples. Sí, mi hijo se comunica por señas, señalando con su dedo indice, halándome...de mil formas, pero sus palabras son mínimas.

Una amiga sicologa me recomendó un centro especializado en estos asuntos...

El infierno.

La cita fue en horas de la tarde. Fernando tenia sueño, recuerdo, durmió todo el camino. Cuando llegamos, quedó fascinado con una habitación con juguetes, donde entró sin tardanza. Además de emocionarse al ver a otros niños.

Cuando entramos a la consulta, Fernando saluda chocando las manos a la doctora, según su curriculo, logopeda. El ve juguetes, empieza a jugar. La doctora observa y nos empieza a interrogar.

En medio de todo, mi hijo con sueño se acerca porque quiere que le añoñe, hace el amago de buscar teta...ahí se armó el lío.

La doctora se escandalizó. Le trato de explicar que he tenido una lactancia extensa con mi hijo, que he llevado un destete por etapas, que ya no se la doy en las noches, pero que suele tomar unos minutos en la mañana y, cuando estoy con él en las tardes se añoña con los senos para dormirse, que esa toma no es mayor a unos diez minutos...pero ella no me deja, me interrumpe. "Eso es un problema me dice".

Me quedo callada. Enojada.

Cuando hablamos del tema de dormir, el esposo y yo le explicamos que duerme solo y también con nosotros, que lo pasamos a la cama en la madrugada si despierta, que estábamos preparando su habitación para comenzar a llevarlo allá...al igual que con la lactancia también se escandalizó. "Eso está mal. Es un problema".

Me quedo callada. Enojada.

"Lo quieren tanto que le están haciendo daño".

Me quedo callada. Enojada. Empiezo a llorar.

El esposo me sostiene la mano, me mira. No, no voy a pelear, no voy a discutir. Se supone que estoy frente a una profesional ¿del habla? No sabía que iba a hacer un diagnostico de algo que entendía que no era su área de especialización.

El asunto se puso peor. Cada frase nos culpabilizaba. Y en medio de una rabieta de mi hijo porque ella no lo dejaba acercarse a mí, no lo dejaba jugar como quería (debo confesar aquí que lo puso a recoger lo que regó, asunto que entiendo no está mal) se puso peor...

Le dio tiempo fuera. Me explico. Lo sentó en una silla y tomó un reloj de arena pequeño. "Tiene tres años, son tres minutos". Le atrevesó el brazo para impedirle que se pusiera de pies. Fernando lloraba. Yo no entendía que era todo eso, por qué hacia eso. Lloraba y callé. En un momento Fernando lloró tanto que se quedo ensimismado.

Mi hijo tenía sueño. No la conocía hasta ese día, era una extraña que le impedía ir a mis brazos a añoñarse para dormir.

Nos empezó a hablar de autismo, volvió a decir que nuestro amor lo dañaba...

Creo que fue la primera vez en mi vida que tuve el impulsó de golpear (no abofetear) a alguien. A ella.

Pero seguí llorando, confundida y enojada.

Cuando se terminó la ¿consulta? salí atontada, con un conflicto interno de locura. En un primer momento dije que quizás todo era verdad, que le hacia daño a mi hijo. Que mi destete respetuoso era un problema, que el colecho era un problema.

Los siguientes días estuve deprimida, irritable. Veía a mi hijo con resentimiento, con dolor. Dejé de ser la madre que he sido, me convertí en una que quería mantener lejos a mi hijo porque...le hacia daño.

Con los días empecé a cuestionar todo, a cuestionarme.

Le dije al esposo que no volveríamos a esa consulta. Hablé con un compañero de trabajo, cuyo hijo ha sido diagnosticado con un autismo leve y que al igual que Fernando ha sido lactado de manera prolongada. Me abrió los ojos.

Volví a llamar a la terapista del habla a la que lo llevé cuando tenía dos años y medio.

El cielo.

La primera terapeuta de Fernando me refirió dos estudios. Uno sobre la capacidad auditiva de mi hijo y una referencia a una sicologa clínica infantil. Del primero, todo bien.

El segundo me llevo directo al cielo.

Fuimos donde la sicologa infantil. Desde la entrada el espacio era amigable. La recepcionista hasta le dio masilla a Fernando para jugar, y él tuvo libertad de explorar, saludar, jugar con los niños que estaban en espera con sus padres.

Al entrar al consultorio nos sentamos. Fernando fue directo a tomar juguetes y jugó como quiso. Vi en todo momento a la doctora anotar. Nos hizo preguntas. En algún momento salió el tema de la lactancia, pero no dijo que era un problema, aunque su cara fue de sorpresa, no de juicio ni de reprimenda.

Habló con Fernando, quien la saludó, le pasó juguetes, cumplió ordenes. Hizo dos rabietas. Ella ni se alarmó, ni se volvió loca. Simplemente nos explicó algunos asuntos, como que hablarle en ese momento es algo difícil porque no están en disposición de escuchar, nos dijo cómo poder lidiar con estos episodios, nos habló del carácter de Fernando, de todo lo bueno que tenía, de sus cualidades y actitudes que denotan un estado normal de un niño de su edad. Nos llamó la atención sobre algunos aspectos en su manera de jugar e interactuar que hay que atender. Nos dijo que aunque tenía pocas palabras él si se comunicaba, nos habló de algunas experiencias con otros niños.

No nos dijo que eramos un problema, ni que nuestro amor le hacía daño. Sí nos llamó la atención ante algunos puntos como padres frente a sus rabietas, de cómo manejamos las limitaciones que le ponemos y cómo lo hacemos, de que algunas actitudes de nosotros (no lo percibí hasta que me lo señaló) que refuerzan comportamientos que no lo ayudan a avanzar.

Observó a Fernando, interactuó con él, no le dio tiempo fuera, no lo trató como si fuera un autómata.

No me dijo lo que quería escuchar, pero si lo que necesitaba saber.

Entre una  y otra, del infierno al cielo.

viernes, 27 de noviembre de 2015

El niño Fernando

Así lo encontré un sábado en la mañana.


Con la locura del "Black Friday aplatanaó" hoy, decidí llevar a Fernando a la guardería caminando, dejando las vías principales y tomando una calle casi desierta, llena de casas de familias, alejadas de los negocios.

La guardería no queda lejos de casa, pero al paso de Fernando nos tomó más tiempo el trayecto de lo que tomaría si lo hubiese hecho sola. Y me gustó ir al paso de Fernando. Detesto ver como los niños pequeños son prácticamente arrastrados porque los adultos no se detienen en que las zancadas de sus hijos son más pequeñas...

Los niños, sí, porque de eso me di totalmente cuenta hoy. Fernando es un niño, ya no es un bebé.

En el camino, Fernando miraba con curiosidad todo, señalaba lo que le interesaba y yo le decía como se llamaba. Paloma, carro, silla, colmado...También, mientras ibamos tomados de la mano, lo vi jugar con sus pies, saltar hoyitos, pisar rayas. No me pidió que lo cargara. Iba tan entretenido con lo que veía y yo, mientras, caí en cuenta de que mi hijo ya es un niño.

Y creo que el tema se me despertó anoche, cuando llegué a casa y el aún estaba despierto. Salió a buscarme a la puerta y me abrazó. Nos fuimos a la cama, porque lo acurrucó para dormí. Nos tiramos juntos, me abrazó, metió la cabeza debajo de mi brazo izquierdo. Le acariciaba los rulos del cabello. Cuando lo sentí dormir me di cuenta de algo...

No me pidió teta.

Empecé a sacar cuentas que fuera de lactarlo temprano a las seis de la mañana cuando despierta, y que suele ser poco tiempo, a veces no tan poco, ya Fernando no vuelve a pedir teta. Lo bañó, lo visto, se toma su leche y no pide teta. Regresa a almorzar y no pide teta. Eso de lunes a viernes. Veré si mañana, sábado, que no trabajo y estaremos juntos todo el día su intensidad es igual a otros fines de semana en que parece decir "Mami está conmigo todo el día, deja cobrarme la teta que no me da".

O sea, no me había dado cuenta del todo, pero ya ha empezado a su manera a dejar la teta.

Se siente raro ahora que me he percatado de ello. Alguna vez leí que era como una especie de "duelo" para algunas madres. No les diré que estoy así como que dando gritos de depresión casi post teta...pero es como si ese lazo físico se extraña un poco. Pero claro, no se me confundan, se que Fernando ya es un niño, uno de tres años, que contrario a lo que alguna gente me dijo...

La lactancia no hizo dependiente a mi hijo, sino todo lo contrario, es un niño seguro, alegre, intenso, curioso y cariñoso.

A veces, más de la que creo, me quedó observándolo mientras juega o juega en su tableta (tiene horario controlado jejejeje) y veo sus expresiones, sus maneras de sentarse, de mirar, de levantar su cabeza, de sonreír...y me pregunto si ese niño fue ese bebé pequeño que cargué hace tres años, el que dentro de la barriga me daba patadas de karateca. El bebé que nunca soñé, que nunca imaginé tener, que no anhele hasta que supe que vendría.

Es raro, quizás, ponerme desde fuera de mi hijo. Lo veo como ese ser humano distinto a mí, que es tan diferente a mí, tan otro, aunque sea parte de mí y de su padre. Pienso que pensará, cómo verá el mundo, que cosas se tejen dentro de él. Y pienso en la niña que fui, en lo que recuerdo de ella.

El bebé Fernando ya no existe, y dejó de existir hace tiempo, pero ahora me doy cuenta.

Fernando es un niño.

lunes, 5 de octubre de 2015

Ya tiene tres años

Dicen siempre que los niños crecen rápido.

Al parecer este no es un axioma absoluto. En mi caso, mi hijo ha crecido a la medida del tiempo, sin prisas ni lentitudes.

Esta madre ha vivido con intensidad el crecimiento de su hijo, sin lamentos del sin tiempo o del poco tiempo. Y cada día, y cada semana y cada mes, y cada uno de estos tres años junto a él me han regalado suficiente luz para no caer en las sombras.

Es un pequeño tan mío en la misma medida que es ajeno a mí. Dualidad de dar para que sea lejos de mí, y de él darme sin saber que puede sembrar en mí.

Tres años de abrazos, de besos, de lágrimas, de decisiones, de admiración, de ruptura, de amor bobo, de amor furioso, de apatía.

También tres años de lactancia, un proceso que pensé no llegaría hasta aquí, pero que aun sigue ante la mirada extrañada y cuestionadora de muchos, y también ante la admiración de algunos. Ya sus tomas son pocas, pero debo agradecer todo lo que mi lactancia me ha enseñado sobre los lazos de amor y apego, y del desapego amoroso que encamina (aunque muchos no lo crean).

Ha sido un día de cumpleaños raro, lo es cuando es lunes y todos estamos inmersos en trabajos, deberes y también el cumpleañero está en escuela. Pero ha sido un día hermoso, lleno de recuerdos bonitos del día en que nació mi hijo y con él otra mirada a la vida.

Fernando crece y yo lo miro crecer. Y también suele ser al revés. Agradezco eso cada día.

Globos para volar, quizás.



jueves, 3 de septiembre de 2015

Fernando en la escuela

Fernando conociendo la escuela.


"Si viera la alegría de su niño en la escuela, en la mañana. Es muy alegre".

Eso me dijo ayer la hija de la directora del colegio donde Fernando empezó a asistir desde el pasado lunes. Un lugar conocido para él, pues es donde está la guardaría donde lo llevo por las tardes desde enero.

Y es un alivio saber que Fernando es feliz en la escuela.

No estaba en mis planes que empezará a escolarizarse ahora. Pero la logopeda, especialista en desarrollo del habla, donde lo llevé hace casi un mes, me dio la sentencia: "Necesita estructura. Debe inscribirlo en la escuela".

Como no soy especialista en esa área, y la que sí lo es me dijo que la dejadez conversatoria de Fernando podría mejorar con "la estructura escolar", pues lo inscribí en la escuela.

Confieso que la crisis la viví yo. Es otra separación. Y sí, soy una mamá gallina, pero me alegra serlo porque cuando vi a Fernando entrar a su escuela, saludar y curiosear, me di cuenta que el apego de estos primeros años han creado la independencia que hace que mi hijo sea alegre, como me aseguraron ayer, en la escuela.

Eso sí, comprar los útiles escolares de un niño de casi tres años que va a pre kinder me hizo entender el porqué ahora se ofrecen préstamos bancarios a los padres cada vez que inicia el año escolar.

Además, con este inicio de nueva etapa de Fernando me doy cuenta de algo, y me convierto en drama mamá...

¡Ya no tengo bebé!!!!!!!!!!

martes, 21 de abril de 2015

Los "terribles dos" no existen

Fernando descubriendo lo interesante de jugar con la arena en la playa.


Los famosos y temidos "terribles dos años" no existen.

No he hecho ningún estudio al respecto y me paso por .... los cientos de artículos en que se hablan de los "terribles dos".

No son nuestros hijos quienes se vuelven terribles con los dos años.

Somos nosotros quienes nos volvemos terribles cuando ellos llegan a esa edad.

A los dos años, creo que de manera general, los niños nos muestran sus desacuerdos, sus "no", lo que desean hacer, los que no desean hacer. Se vuelven más curiosos, más determinados en su curiosidad.

Empiezan a ser más ellos y menos el niño o niña que, muchas veces, "hacía todo lo que yo le decía", "se quedaba quieto donde yo quería que se quedara quieto".

Entonces se nos cruzan las exigencias, los juicios de mucha gente (hace semanas estuve a punto de decirle a una señora que se fuera a la mier... si seguía comparando a su nieto "que se porta tan bien" de 9 meses con mi hijo de dos años y medio, y agregando a cada minuto "que era un malcriado" porque a su saludos mi hijo respondía con manotazos para que se le alejará -la ha visto tres veces en su corta vida), y un repentino cambio de un niño tan dependiente al que ya no lo es tanto.

Entonces, no es a los niños a quienes tienen que llamarles "terribles" y "sicoanalizarlos".

Somos nosotros los que necesitamos la orientación para nuestra terrible manera de reaccionar hacia la personalidad naciente de nuestros hijos. Una orientación que nos permita evitar anularlos y minimizarlos.

martes, 20 de enero de 2015

La guardería

Fernando empezó a ir a la guardería.

Hubiese preferido que siguiera cuidado en casa hasta empezar la escuela en septiembre, con casi tres años. O quizás con cuatro años el próximo año. Pero no había de otra. Lo bueno, creo, es que esta separación del hogar empezó a los dos años y no antes.

El primer día, el lunes de la semana pasada, me volví un mar de lágrimas cuando lo dejé. Jamás pensé que me iría a afectar tanto. Llegué a casa y llamé al esposo casi sin poder hablar, compungida. ¡Vaya drama!

¿Fernando? Cuando llegó a la puerta se soltó de mis manos y se fue corriendo a jugar y brincar. Jamás se molestó en ver donde quedó mamá. Así fue la situación hasta el miércoles. Todo cambió el jueves.

No quería entrar. Me miraba con cara triste y dio unos pasos lejos de la portón. Miró hacia atrás y me reclamó en su idioma irreconocible. Entré y se apuro a seguirme, pero abrazado a mis piernas. No quería soltarme hasta que vio una pelota que picó su primo Sebastián. Me escabullí.

Pero el viernes no hubo pelota que valiera. Lloró y lloró. Y el corazón se me apretó y se me puso chiquito.

Ayer y hoy, lunes y martes, su tristeza empezó antes de llegar, a una esquina de distancia. Se tapó el rostro con sus dos manos y se detuvo en el portón, me miró con cara de tristeza como diciendo "¿Esto es todo los días, mamá? Se queda medio triste en un rincón.

Claro, la historia es diferente cuando el papá lo va a buscar. Lo encuentra jugando, brincando, gozando un mundo con sus amiguitos.

La separación nunca es fácil. Ni siquiera por unas horas. Sé que Fernando es un niño con cierta independencia, normal y adecuada para su edad, pero es un niño que aun necesita apego, compañía, de sus padres. Es normal su llanto, es dolor por el lazo que nos une, no manipulación.

Pero ahí está, jugando y saltando. Quizás ahora empieza a hablar, que es una preocupación para mí, pues a su edad aun no habla, no verbaliza una oración que se entienda. Creo que estar tiempo con otros niños, interactuando lo ayudará. De hecho, en estos días está tratando de armar palabras y ya entiendo algunas como "aquí" "allá" dentro de su "lenguaraje". Si no mejora en este tema después de los dos años y medio, que los cumple en abril, lo llevaré a evaluar.

A ver como seguimos con este proceso.

Ni idea de lo que estaba jugando, pero hay cuerda de por medio. La foto la tomó el padre.


martes, 30 de diciembre de 2014

Destete nocturno II y fin de los #365diasconfernando

Les cuento que el destete nocturno ha sido un éxito.

Fernando ha entendido lo de la teta que duerme y a pesar de que unos días han sido algo difíciles, esta última semana ha dormido sin necesidad de teta.

El destete también ha reducido sus despertares y ha extendido sus horas de sueño. Se despierta, una vez en la madrugada, (por dos días no lo hizo) y como padres de colecho lo pasamos a la cama, pero a diferencia de hace casi un mes atrás, se acomoda para dormir sin ni siquiera procurar sus queridas tetas.

Eso sí, desde que despierta en la mañana ¡A por la teta!

Les confieso que me alegro de haber esperado está edad para destetarlo, hacer este proceso con su capacidad de entender lo de la "teta que duerme".

Para el año que viene estará el reto de la guardería. En la segunda semana del año irá en las tardes a una. Sé que probablemente no le costará mucho acostumbrarse a la compañía continúa de otros niños lejos de la casa por cuatro o cinco horas. Lo que si tengo pendiente es hablar con los cuidadores para que ni se les ocurra obligar un proceso de "quitar pañales", que es obvio que aun no esta preparado para ello. Espero que me entiendan y respeten ese punto.

Y pasando a otro tema...llega el final de los #365diasconfernando

Para los que me siguen con frecuencia por este blog sobre maternidad sabrán que el primero de enero de este año inicié este proyecto en Instagram, que para aquella fecha tenía poco tiempo con una cuenta en esa red fotográfica y como soy de las que piensa que usas una herramienta con un fin (no la herramienta como un fin) pues pensé en hacer este anuario "Fernandiano".

Estoy pensando hacer algo con esas fotos, y los textos que las acompañan. ¿Les gustaría un ebook de los #365diasconfernando? 

Les deseo lo mejor para el próximo año, a pesar de los pesares.

Esta fue la foto que le tome hoy para los #365diasconfernando.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Destete nocturno I

La lactancia ha sido uno de los espacios más satisfactorios de mi maternidad. Me alegro haberme decidido por ella. Sé que he dado algo muy importante a mi hijo.

Desde el principio tuve claro que la lactancia entre mi hijo y yo sería un asunto entre mi hijo y yo. Contra todas las opiniones, inclusive la del pediatra (que de lactancia sabe lo que yo sé de física nuclear o cuántica), lleve mi lactancia viento en popa. Y aun hoy, con mi hijo de dos años y dos meses, es una lactancia disfrutada...excepto en las noches.

Mi hijo, supongo que por un asunto de herencia, es bastante alto para su edad y con un peso que ya sobrepasa las 30 libras. De madrugada, cargarlo media dormida cuando despertaba y se sentaba en la cuna a pedir teta...estaba haciendo mella en mí. Sobre todo porque mi horario laboral es tarde-noche. Llego cansada y siempre me acuesto sobre las 11 de la noche.

Así que sopesando que ya el Fernando tiene dos años y que la lactancia nocturna se me estaba convirtiendo en un sacrificio (no creo en amor sacrificado) y ya me estaba afectando físicamente...decidí la semana pasada iniciar un destete.

Fernando pasó ya por un destete brusco en mi viaje a Barcelona. Retomó la teta cuando volví, con tanto ímpetu que volví a pasar por las grietas en los pezones por varios días. Sé que el sufrió mucho ese destete brusco. La teta no es solo alimento, es lazo, apego, confort, amor. Así que pensé hacer este proceso de la manera más respetuosa posible. Me han contado formas horrendas de hacerlo. Una de las que más me impactó me la relató una chica que me arreglaba las uñas: se untó los pezones con hiel de pollo...

Mi hijo no tiene un gran vocabulario, es casi nulo. Pero entiende todo. Así que pensé en decirle que la teta duerme de noche y ante sus seguras quejas, pues añoñarlo lo más que pudiera.

Primer día. Se despertó tres veces. Me sentaba y le decía "la teta está durmiendo. Vamos también a dormir". En la primera despertada hubo llanto de...dos minutos y se durmió. En la segunda, pataleo acostado y se durmió. A la tercera lo mismo que la segunda. A las siete de la mañana despertó, vio la luz del sol y dijo "teta" y la teta buscó.

Segundo día. Un pataleo inicial con un poco de llanto. Durmió sin despertar más hasta las seis y media de la mañana. Vio que era de día y sonriente buscó su teta.

Tercer día. Lo mismo que el segundo.

Cuarto día. Un madrugada difícil. Cuando despertó por primera vez no valió nada. Lloraba y lloraba. Su papá se acostó a su lado. Trataba de abrazarlo y lo rechazaba. Se me acercaba y le decía que no y volvía el llanto. Así que lo cargué y empecé a hablarle mientras lo mecía caminando de un lado al otro. Le explicaba que la teta dormía, pero que también mamá necesitaba dormir, que lo seguía amando aunque la teta no estuviera ya de noche, que desde que el Sol saliera la teta iba a despertar, que mamita llegaba cansada y necesitaba descansar. Sé que mi niño no entiende esas razones adultas, pero mi voz lo tranquilizó y se durmió. Lo acosté a mi lado y dormimos el resto de la madrugada. Claro, al abrir los ojos lo primero que busca es a su querida teta.

Quinto día. Igual que el segundo y el tercero.

Sexto día. Dos despertares. Un poquito de quejas. Mucho abrazo, mucho beso, mucha caricia y a dormir.

Así vamos.

Eso sí, en la mañana temprano todos los caminos conducen a su teta. No se la niego, para nada. Pero claro, el mundo está ahí y el quiere conocerlo, entonces la teta se olvida por ratos largos. Va al patio del residencial, camina conmigo a ver los animales de una casa cercana (sí, en plena zona urbana mi hijo disfruta ver ganzos, patos, vacas...), va al mercadito, recoge palitos del piso, juega, curiosea con las plantas, con los espejos en que se ve reflejado...y mira hacía atrás va ver si estoy.

Se hace independiente.

Lactancia disfrutada :)
Aquí les dejo algunos apuntes sobre el destete, desde la página web de la Alba Lactancia Materna: El destete