Foto tomada de www.vasderetro.com |
Con un vocabulario limitado, pero si que muy dispuesto, el hijo ahora pelea por contestar el teléfono.
La carrera es frenética cada vez que el timbre suena, y por una obviedad de tamaño y energía siempre a mil, mi hijo tiene todas las ventajas de llegar primero.
Hace un rato llamé a casa. Supuse que Adeline, la chica que me ayuda en casa, no le ganaría la carrera.
- Hola
- Hola, Fernando. ¿Cómo estás?
- Bien (y luego me dice algo que no entiendo bien, pero supongo que me habla de lo que ve en la televisión)
- ¿Estás viendo televisión?
- ¡Sí!
- ¿Tu tía Adeline está ahí?
- Sí
- Pues pásame a tu tía
Pero el afán telefónico no se limita al aparato fijo que está en la sala de la casa.
Ayer, domingo, me pidió hablar con su abuela por Whatsapp.
- Cuchi, mamá.
Hice la video llamada. Y me doy cuenta que no solo la quiere saludar, sino que pone el móvil en algún lugar donde asume que su abuela lo puedo ver lanzando la pelota a la canasta de basketball, o bailando o haciendo cualquier otra cosa.
Más tarde, secuestró mi móvil.
- Mi hija, tu hijo me llamó. Estaba hablando con él.
Era mi madre, llamando desde Nueva York. Y yo miro a mi alrededor y me doy cuenta que no tengo el móvil cerca.
Viene por el pasillo le veo el móvil. Me despido de mi madre y le pido el aparato.
Así compruebo que ha llamado a unas 10 personas de mi lista de Whatsapp y algunos me han enviado mensajes preguntándome si los había llamado.
Me pase los minutos siguientes respondiéndoles: "Disculpa, fue mi hijo".
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