miércoles, 20 de noviembre de 2013

Esos momentos en que Fernando...

...hay que cambiarle el pañal. Resulta que el pequeño Fernando no le gusta andar muy mojado ni mucho rato "hecho del dos" en los pañales, pues trata de todas la maneras posibles de quitárselo, y lo ha logrado. El asunto es que cuando logra estar libre de ellos, pues corre a mil por uno para disfrutar, supongo, de "un nuevo aire". Y, a veces, hasta con su sonrisita. Ponerle un pañal es toda una proeza, y más cuando insiste en andar cual Adán en miniatura. Y claro, el perseguirlo, inmovilizarlo (sea de pies o sobre la cama) incluye artilugios como poner a Baby TV, dejar que babosee el control remoto o pasarle cualquier objeto de su deseo, que nunca es un juguete. A mí me sirve de ejercicio.

...quiere ver The Muppets. Pensé que con la reciente y creciente admiración por Baby TV, sus muñecos favoritos y protagonistas de su primer cumpleaños iban a convertirse en asunto del pasado. Pues no. Desde que ve la laptop sobre la mesa, me mira, hace uso de su "lenguaje cifrado", me sonríe y vuelve a mirar la laptop. Si ve que no hago caso, pues saca una silla (casi siempre la que queda en el extremo donde calcula que está más cerca la laptop), se "empina" en sus pies y estira su brazo (derecho o izquierdo). En más de las ocasiones que puedo recordar he salvado la laptop de caer en picada libre al piso. Hace unos meses fue víctima de su amor incondicional por The Muppets y sacó de su sitio la tecla de la letra X. Cuando quiere ver The Muppets, quiere ver The Muppets.

...encuentra la puerta del baño abierta. O en su defecto, mal cerrada, su paraíso se hace realidad: el inodoro. Sé que no es el único bebé del mundo con esta, digamos, curiosidad por los inodoros, pero eso no significa que no me trastorne los nervios de vez en cuando cuando lo escucho gritar "aqua" y lo encuentro chapoteando con las manos el agua del inodoro o a punto de hacerlo. ¿Cuando será que acabará su pasión por estos dioses blancos?

...quiere subir las escaleras. Sabía que después que logrará bajarse solo de la cama y subirse al mueble, las escaleras serían una aventura atractiva para el pequeño Fernando. No me equivoque. Cuando regresamos de nuestras salidas mañaneras (a pasear, para él, y para comprar al mercadito o al colmado, para mí), se suelta de mi mano en el preciso momento en que ve las escaleras. No tengo más remedio que seguirlo detrás, mientras el escala hasta el segundo piso, con chillidos de alegría incluidos. Lo bonito es verlo celebrar, aplaudiendo, cuando llega a la puerta del apartamento. Ni Rocky en las famosas escaleras del Museo de Arte Contemporáneo de Filadelfia.

En esos momentos, a veces, pienso lo rápido que pasa el tiempo. Ya este bebé no es tan bebé.

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