Lo había escuchado hasta la saciedad: "Cuando seas madre entenderás muchas cosas de tu madre".
Aun no ha nacido Fernando, pero desde que quedé embarazada comprendí muchas cosas de mi madre.
Cuando estaba en el proceso de los malestares recuerdo haberla llamado y decirle si ella pasó por todo eso. Me respondió que sí, tres veces. Le dije que gracias. Reímos. "No es fácil, pero el resultado es hermoso", me dijo.
Con el tiempo, y a pesar de que de rosas tiene poco el proceso de embarazo físicamente hablando, entendí lo de hermoso que me dijo mi madre. Esa ilusión que te crece y que no puedes evitar, esas ganas de conocer a tu bebe, el miedo ante la espera y pensar en lo que no puede salir bien. En que todo el proceso te cambia, te da otra que no eres tú, otra mujer que se va gestando con ese hijo o hija.
Mis primeros recuerdos de niña me traen imágenes de mis brazos rodeando su cintura y observando lo que hacía. De como me hacía el mismo peinado cada mañana para que fuera a la escuela. Su voz dulce. Cuando cumplí nueve años ella se fue a Estados Unidos con mi padre y me dejó al cuidado de mi abuela, junto a mis hermanos. Confieso que es lo peor que puede pasar un niño o niña: ser separado de su madre.
En ese momento nada en el mundo me podía hacer comprender esa separación. Sufrí, y sé que mis hermanos también -que tenían 11 años, mi hermana, y ocho mi hermano- la incomprensión del razonamiento adulto de muchos de nuestros familiares."Lo hizo por el bien de ustedes"; "es para darles una mejor vida"; "es lo mejor". Nosotros solo queríamos estar con nuestra madre. Nadie parecía comprender eso. Muchos rallaron en lo cruel.
En esos años de separación, ella padeció de cáncer de seno, se separó de mi padre, superó su enfermedad, hizo todos los trabajos inimaginables (y aun trabaja), logró ahorrar para comprar un apartamento, volvió con mi padre...y sé que sufrió tanto como mis hermanos y yo, y supongo que fue igual de incomprendida.
Pasaron nueve años antes de volverla a ver. Nueve años. Ya no solo serían llamadas y los regalos de sacrifico de la separación, ahora era ella otra vez en físico, con su voz y su abrazo. Una vez al año, desde entonces, mi madre regresa para estar con nosotros.
Ahora de adulta comprendo su decisión de irse para darnos un futuro mejor, aunque nada de eso nos devuelva, ni a ella ni a nosotros, lo perdido. Comprendo su dolor, no solo el mío. Me juré, cuando quedé embarazada, que nunca me separaré de mi hijo, aunque tengamos que vivir bajo un puente. Haré todo lo que este a mi alcance para no dejarlo, aunque eso signifique una "mejor vida", no podría hacerlo, no después de lo que viví.
Amo a mi madre, y cada día que veo mi panza crecer, la amo más desde esta dimensión que ahora vivo y la comprendo con un amor distinto.
Además, es la única persona que me ha hablado del parto sin miedo. "Es un dolor, sí, pero verás que después eso se olvida. Trata de parir, es lo mejor. Eso es como un dolor fuerte de menstruación, pero podrás, todas podemos".
Gracias, madre.
Para no palabrear mucho... que texto mas sublime, me saco varios asombros, pero muchas sonrisas.
ResponderEliminarGracias por leerme. Esto de ser madre te da otra dimensión con la propia. :)
EliminarQue lindo!! Te sigo desde ahora. Gracias por leer mi blog y comentarme ;)
ResponderEliminarGracias por visitar y comentar. Estoy leyendo tu blog desde que tengo tres meses de embarazo, de los primeros que leí sobre maternidad y que me ha inspirado de inicio a tratar la lactancia desde el primer momento :)
EliminarDe verdad? No sabes como me alegra. Gracias por tu comentarios en ¿Qué hacer? Tienes respuesta!! http://lamamadesara.blogspot.com/2012/08/que-hacer.html?showComment=1345263629363#c3360460198053853021
Eliminar