lunes, 11 de mayo de 2015

Lactancia y la "normalidad"


Hace casi dos semanas me pasó algo raro, que quizás no debería ser raro.

Fernando tiene más de dos años y medio, unos 31 meses de nacido, y aun es amamantado.

Claro, no es como cuando era un bebé. Las tomas son especiadas, aunque más intensas a la hora que menos quiero que sean, en las noches. Intenté el destete que me funcionó por un corto período y estoy esperando dos cosas: o que se desentienda de la teta o que pueda volver a intentar el destete. Ambas posibilidades, a juicio de sus rabietas nocturnas si no hay teta están postergadas.

Pero el asunto es que las veces que en el día mi hijo pide "teta" (palabra que para él tiene sinónimo de mamá), es algo difícil. Si están en un ambiente con mucho estimulo se le puede olvidar y ya, pero si no...y si hay sueño de por medio, pues el asunto se complica.

El tema es que la familia de la madre, el padre y esposo y Fernando fue a una actividad a la recién finalizada Feria del Libro. Fuimos a la presentación de un libro de un buen amigo, además de buenísimo escritor. Allí no era la única con un niño. Eramos tres madres, incluyendo el hijo pequeño del autor que presentaba.

Fernando entre brincos y curiosidades, pues le llegó el sueño. Me puse en una silla junto a la pared, me había puesto un vestido de tiros fácil de manejar para estos menesteres, y listo. Ahí de manera lo más discreta posible, aunque estaba a una fila de la primera, lactaba a Fernando mientras seguía la presentación.

Mi sorpresa cuando giré la cabeza y me di cuenta que la otra mujer casi a mi lado también lactaba a su hija, que por su tamaño supe que tendría más de un año. Ambas nos sonreímos con complicidad.

En la fila de al lado y en primera línea estaba la esposa de nuestro amigo escritor, también daba el seno a su pequeño, que es un niño de meses.

Por primera vez desde que lactó a mi hijo pasado sus dos años me sentí cómoda en un lugar público. Nadie nos dijo nada. Ni nos miró raro a ninguna de las tres. Ahí estábamos, con los muchachos al pecho, ellas con sus fulares y yo con un paño tapando la parte de arriba del torso. A los pocos minutos Fernando quedó dormido.

Y no se crean, claro que he pensado en medidas drásticas para quitar el seno, en especial porque las madrugadas se me hacen complicadas con la teta. La sábila ha sido una opción pensada, pero ayer una madre con un niño de la misma edad de Fernando me dijo que está en las mismas que yo y que se le ocurrió lo de la sábila. Su hijo se pasó el día vomitando y desistió. También desistí de la idea.

¿Estamos mal? ¿Hasta cuando debemos esperar? ¿Debemos esperar algo u obligar a nuestros hijos con más de dos años a que dejen la teta? ¿Sábila? ¿Dejarlos ser y seguir su ritmo?

Les confieso que la presión propia y ajena es mucha.

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