Yo, según Fernando. |
Uno de los puntos que me llaman más la atención sobre este tema es el hecho de que muchas expresan la frustración de no haber alcanzado metas soñadas, o de enfrentarse a una realidad que no esperaban o plantearse que sería de sus vidas si no hubiesen sido madres.
El asunto me parece interesante, en especial porque descubre una parte de nosotras que antes era un pecado compartir, hablar sobre ello: que aunque biológicamente estamos hechas para ser madres (los hombres no pueden parir, ni las mujeres transgénero -que nacieron hombres- porque no tiene un útero ni ovarios) el sentimiento y sentido de maternidad no es algo automático ni un hecho irrefutable en nuestras vidas a partir de ese determinación biológica.
Claro, desde medidos del siglo XX el feminismo nos ha dado la oportunidad de cada vez más soltar convenciones sociales impuestas, a pesar de que algunas cosas parecen confundidas y trastocadas, algo que no veo que sea malo sino un proceso normal de reflexión y contradicción para aclarar caminos. Esto nos ha llevado a un escenario en que las mujeres tenemos mayor libertad para decidir, aunque esto hay que matizarlo, no es lo mismo nacer y ser mujer en América Latina que en Europa, por poner un ejemplo.
Ante esto me he cuestionado también mi maternidad. ¿Arrepentida? No. Cuando lo desee y lo decidí me encaminé a ser madre, y antes de serlo lo evite y después de serlo he evitado volver a tener otro hijo por circunstancias muy propias. ¿Qué hubiera sido de mí en otro contexto, en otra época, en el que la mujer tenía mayormente que ceder en pos de ser madre, de cumplir ese papel social más allá de sus deseos? Es probable que tuviera varios hijos y que no tuviera la carrera que tengo, y quizás estará frustrada por todo ello... o quizás no, porque mis expectativas de vida en ese contexto particular no estarían más allá de ser madre y ama de casa.
Pero el asunto no es tan fácil de exponer, de entender. Es complejo, creo, porque cada mujer es un mundo, con un contexto social, familiar, político e interior distinto. No hay recetas para darles a todas, aunque sí creo que hay un parámetro: el de poder brindar la mayor libertad a la mujer de ser y estar para poder decidir.
¿Arrepentirse después de ser madre? Creo que ahí hay un punto relevante. Muchas deseamos ser madres, lo planificamos, y aun muchas que no lo planifican reciben con sincera dicha y alegría este reto, pero es una realidad que parecemos estar más solas, con menos ayuda y compañía, con menos comprensión de nuestro círculo social, en especial en una época donde muchas queremos tener un trabajo fuera de casa y gran parte de esas muchas necesitan tener ese trabajo, porque sino la situación económica sería más que precaria, difícil y asfixiante.
A veces, no les miento, creo que también hay mucho ego planteado y una rebeldía a renunciar a espacios para dar cabida a un hijo o hija. Algunas pretenden seguir llevando una vida parecida a la que tenían antes de ser madres, y su deseo choca de frente con una realidad: ser madres más allá de los bonitos mensajes, de afán de comprar mil cosas (la mayoría innecesarias) para un bebé, y de las fiestas para anunciar el sexo del bebé o recibir regalos tiene un componente de renuncia, de entrega, de ceder, de dar que muchas probablemente no están dispuestas a dar cabida.
Y por supuesto que hay cansancios, desánimos, tristezas y momentos desesperados. También es necesario crear redes de apoyo, no solo laborales y familiares, sino entre las madres amigas, hermanas, compañeras de trabajo, que nos ayuden a sostenernos en este proceso de ser madres si así lo decidimos, porque sé que muchos de esos momentos bajos de la maternidad tienen también que ver con ese batallar sola o con poco apoyo con el día a día de nuestros hijos.
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