domingo, 28 de julio de 2013

Las madres-padres no existen

Desde que soy madre se ha hecho más certera una reflexión que hice hace años, cuando recién dejaba la adolescencia: que la niñez es una etapa delicada y que sobre ella se forja mucho de lo que somos como adultos.

Esa reflexión la hice llorando, recuerdo. Y me pasó el día que empecé a comprender, no porque nadie me contará, que mi padre era una gran ausencia en mi vida.

Viví con mi padre hasta los nueve años, restando el casi año que estuve viviendo en República Dominicana cuando mi madre tuvo que venir aquí desde Venezuela a someterse a una operación después de dar a luz a mi hermano menor. De esa época junto a mi padre recuerdo detalles tan especiales como el su bigote, la manera en que se sentaba a ver televisión los domingos y lo gigante que lo veía desde mi mínima estatura. 

No recuerdo muchas expresiones de cariño. 

Durante mi niñez, el transcurso de mi juventud y lo que llevó de vida adulta la ausencia presente de mi padre ha flotado. No entraré en detalles, pero les puedo decir que esa noche de mi adolescencia le perdoné, aunque no supiera las razones del porqué se portaba como se portaba.

A esa edad podía comprender cosas que de niña eran imposibles de pensar. Porque el mundo de un niño es demasiado frágil para asumir las complejidades de los adultos, lo bueno y lo malo. Y aquí debo agradecer a mi madre y a mi abuela, que de alguna manera y dentro de las circunstancias adversas, trataron de proteger ese mundo frágil de mi niñez. 

De ninguna escuche la famosa frase que hoy veo replicada mil veces en las redes en internet: "madres que son padres". Ni siquiera porque mi abuela crió también a sus hijos sin la ayuda financiera de mi abuelo.

Lo que siento sobre mi padre es un juicio que he hecho desde mí, desde la compresión de la complejidad humana que no podía hacer con nueve años. Y que, supongo, ningún niño o niña puede hacer sobre un padre que no es parte de su día a día.

Me dirán "anti mujer". Me dirán, quizás, que yo no debería hablar del tema porque no soy madre soltera. 

Pero lo digo desde la hija que soy del padre que tengo.

Y no, ninguna madre es padre también. Las madres solteras son mujeres con doble carga, con más responsabilidad, que necesitan apoyo. Mujeres que son fuertes, pero humanas, que cometen errores pero hacen frente a la vida con sus hijos. "Enseñarle" a un niño que "un padre no es necesario" es sembrar su niñez de dudas, de resentimiento, de huecos que quizás le hagan vivir una adultez llena de tropiezos. 

Porque se es solo madre y solo padre. Los hijos ya tendrán edad para poner situaciones en su lugar, para juzgar, para reflexionar y para perdonar o no perdonar. No los obliguemos desde nuestro egoísmo, desde nuestras heridas, desde nuestro tropiezos a asumir una complejidad que no pueden procesar.

Presentar esta realidad confusa solo reafirma una victimización de la mujer y evita, para mal, que la sociedad cambie a favor de que los hombres también se hagan y los hagan responsables de su papel.

Y sí, también hay padres que han tenido que criar sus hijos sin ayuda de una mujer, por viudez y hasta por abandono (sí, créanlo, hay madres que abandonan a sus hijos). Nunca he visto a un padre decir en las redes el día de la madre que son padres y madres a la vez.

Pensemos de otra manera.

P.D. Y claro, felicito a todos los padres que fueron y son presencia en la vida de sus hijos. Incluyendo al esposo. 




2 comentarios:

  1. Ser padre es un privilegio, Argénida. Así lo veo. Es una experiencia que enriquece la vida del hombre. Y concuerdo contigo, pero desde este otro punto de vista: al considerarse a la paternidad como un elemento prescindible se da excusa implícita también para los que no asumen su parte en la formación de los hijos. Me sorprende un poco que una reflexión como esta pase desapercibida en medio de la conmemoración.



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    1. Totalmente de acuerdo con lo que expresas, Víctor. Sé que para una mujer es difícil enfrentar el desprecio y el abandono de un hombre que además es padre de su hijo o hija, pero soy de las que pienso que en esos momentos hay que guardar el espacio de niñez de nuestros niños para que puedan ir procesando las cosas a su tiempo. Dejar a un lado el egocentrismo que nos empuja a hacer de nuestros dolores el dolor de todos, porque aunque nos cueste hay que saber que nuestros hijos no nos pertenecen.

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