viernes, 7 de febrero de 2020

Las grandes alegrías de las pequeñeces

Cuando estaba embarazada de Fernando, hace siete años que me parecen que han pasado volando, imaginaba las conversaciones largas que tendría con mi hijo, un "filosofar" con sus preguntas, un responder a sus inquietudes.

En esa época había olvidado que desde mi niñez aprendí que la vida y sus sucesos casi nunca van dispuestos al detalle de nuestra fe y deseos. Esos caminos se tuercen de muchas maneras para llegar a lugares que nunca jamás imaginamos y así me vi un día en el consultorio de una psicóloga infantil que me explicaba una condición en mi hijo, y con sus palabras se iban derrumbando, o al menos en ese momento, eso sueños que atesoré mientras acariciaba mi panza. 

Pensé en un nunca. Luego vino el duelo, después pasó el duelo, vino el camino torcido de mi maternidad que me llevó al lugar nunca jamás imaginado, al momento de tener una conversación telefónica con Fernando.

En su vocabulario de sustantivos y verbos con pocos conectores, hablamos de que ha hecho en mi ausencia, por teléfono, de que juega basketball, que tocó en su piano ("También piano, mami"), que dibujó ("Lápices y sacapuntas y hojas, mamá"), que se ha portado bien con su tía Adeline ("¿Te has portado bien con tía Adeline?" - "Sí").

Tal vez para algunos padres es algo que no atañe ninguna elemento extraordinario eso de las conversaciones, el "filosofar, el responder preguntas. 

Pero para mí... para mí es la gran alegría de la pequeñez.


1 comentario:

  1. FERNANDO , me ha enseñado tantas cosas y sobre todo me ha abierto el corazon.

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