lunes, 2 de enero de 2017

Los "diferentes"

Foto tomada de www.decorablog.com

Finalicé el 2016 con ocho meses de terapia con Fernando.

Todo va para mejor. Todo parece avanzar. Y desde el bunker de mi maternidad sonrío con alegría, con alivio, con esperanza en la misma medida en que me he quebrado durante este trayecto, quebraderos que han incluido las autocuestiones sobre las diferencias.

¿Por qué mi hijo necesita terapias? La respuesta es obvia para mí y mi familia, la cercana. No es algo que me pese, o me atormente, Pero la pregunta la hago no en relación a mi hijo, sino frente a todos los demás. ¿Es lo que lo hace diferente? ¿Por qué el adjetivo es necesario?

Junto a Fernando y sus terapias he conocido a otras familias y a otros niños. Me pregunto si se hacen la misma pregunta.

Entonces me recuerdo sentada en esa escalera de madera, haciendo tareas, o leyendo por alguna esquina, mientras mis hermanos hacían otras cosas tan distintas a mí como el día de la noche. Hermanos de la misma madre, del mismo padre. Íbamos a la misma escuela, tuvimos en los primeros años de primaria los mismos profesores, jugábamos en el mismo patio. Y entre nosotros, las diferencias marcadas, que fueron creciendo y creciendo con los años y dejándonos solo los recuerdos comunes como puentes, eso y el amor que nos une, a pesar de cualquier pesar.

Y desde que tengo memoria recuerdo las diferencias entre todos los que he conocido, he amado, me han amado, y amo. Las físicas, las intelectuales, las ideológicas, las de las decisiones y los hechos, de las acciones.

Me atrevo a decir que los que nos hace cercanos son las diferencias.

¿Contradictorio? Es probable. También es un pensamiento positivo, consolador y que dentro lleva una bomba de tiempo. Porque lo que nos acerca en las diferencias también nos aleja.

Va, entonces, la cuestión nueva.

La distancia suficiente para hacernos individuos y colectividad. Un ejercicio diario y difícil. A las madres nos cuesta. El lazo es fuerte, pero ir soltando es no solo imperioso, sino inevitable, y una manera de ejercitar la equidistante diferencia que nos hace individuos y colectivo, a la vez.

Porque todos necesitamos ser diferentes, aunque no lo entendamos del todo.