jueves, 28 de febrero de 2013

Tiempo y prioridades

En mis tiempos de soltera, bien soltera, en la que no tenía novio formal a la vista, deseé y busqué tener dos trabajos. Uno en la mañana hasta las dos, y mantener el de la tarde-noche que tengo desde hace casi cinco años en el periódico. No se me dio. Logré hacer algunos trabajos freelance en horas matutinas.

Ahora que soy madre...¿adivinen? ¡Pues me han llovido las ofertas! Y se imaginan cual ha sido mi respuesta.

No.

Tengo la suerte que no tienen la mayoría de las madres que conozco: pasar todo la mañana hasta las tres de la tarde con mi bebo.

Y no les miento. Veo la situación y la posibilidad de ganar más para por fin comprar el carro que anhelo desde hace años, para ayudar a mi madre, para completar planes, para viajar...

Pero mi hijo será bebe una sola vez, será niño una sola vez. No habrá forma de recuperar sus sonrisas mañaneras en la cama, las sesiones de 10 minutos de besos mientras espero que el arroz esté listo, su carita sonriente mientras se duerme entre mis brazos para sus siestas (que a veces logro que sean dos antes de irme a la redacción), cantarle mientras lo baño.

El carro, la ayuda a mi madre, los planes, viajar...puede esperar, puede postergarse.

Lo que tengo con el bebo vale más que otro sueldo y una segura vida de mierda que me daría estar doblemente empleada.

viernes, 22 de febrero de 2013

Cuatro meses con Fernando


Me decían que un hijo te cambia la vida. Pero no, un hijo no te cambia la vida. Un hijo cambia la forma en como ves la vida.

En vez de hablar de cuatro meses con Fernando, debería hablar de los trece meses con Fernando, porque desde la noche en rechacé aquel filete de cordero que pedí en un restaurante durante la luna de miel y mi esposo me dijo en tono de burla: "Tú, estás embarazada"; y yo le respondí: "No creo"; la vida si que la veo diferente.

Durante mi embarazo, más tranquilo de lo que me esperaba, siempre me rondaba la idea maravillada que engendraba a otra persona, como mi madre me engendró a mí. Me sentía media extraterrestre. Entonces me llegaba la certeza de saber que no estaba sola nunca, ni cuando pensaba que estaba sola. Fernando en la panza iba conmigo a todos lados. Ni que contarles del susto que me lleve la primera vez que lo sentí moverse. Estaba en Berlín, Alemania, dando teclazos en la laptop y de repente sentí un terremoto en la panza. Brinque y me sonríe, y empece a hablarle a la panza...digo, a Fernando en movimiento.

Desde el día en que se movió me nació el instinto de acaricia mi panza en crecimiento. Y claro, la gente tenía que opinar. Creo que muchos sintieron la intensidad de mi mirada furiosa cuando hacían algún comentario sobre las caricias a mi panza, o mejor dicho, a Fernando. "Lo vas a malcriar". "Eso es malo". ¿Cómo lo iba a malcriar, cómo que es malo? La gente.

Otra cosa que admire y conocí fue a mi cuerpo por dentro y su capacidad de encarar situaciones extremas. Lograr acomodarse para dormir con ocho meses de gestación; como se estira la piel hasta el infinito y mucho más; saber que Fernando empujaba todo y mi sistema digestivo, circulatorio y nervioso no colapsaban; lograr tener relaciones sexuales y caminar sin punto de equilibrio.

Y luego el parto.

Ya nunca vi a mi cuerpo igual.

Mientras, también empece a ver hacía afuera de otra manera. "Mi madre pasó por esto....¡Uy!". "¿Cómo pudo mi abuela parir siete veces?" Ni mi madre ni mi abuela han vuelto a ser lo que fueron antes. Ahora las veo como súper mujeres y entiendo ciertas histerias.

Desde que nació la vida es otra para mí. Fernando me ha enseñado que se puede sobrevivir con cuatro horas de sueño, a descubrir que un brazo puede hacer malabares, a conocer otro tipo de belleza que incluye las ojeras y el pelo sin arreglar. A olvidarme de lo que antes era tan prioritario para mí (un café en la librería favorita) y saber que podía vivir sin ello. A estar pendiente hasta de la cantidad de baba que cae de su boca.

Y claro, me ha enseñado a vivir en los extremos. En el extremo temor de que cualquier cosa me quite su cara risueña todas las mañanas, y el extremo de la alegría de verle despertar.


jueves, 14 de febrero de 2013

Seguridad

Una de las primeras cosas que hizo Fernando desde los pocos días de nacido fue tomar uno de mis dedos mientras lo amamantaba. Eso, y la forma en que siempre me ha mirado en ese momento, me transporta a algo muy dentro de mí que no sé que nombre ponerle. O al menos no lo sabía hasta el domingo pasado.

Ese día el esposo se quedó con el bebo en una reunión familiar: tías y tío, primas y su madre. Me tuve que ir a trabajar y lo deje feliz de brazos en brazos. Los dos domingos al mes en los que trabajo lo hago por más horas que los días de semana, por lo paso más tiempo alejada del bebo. Así que al pequeño Fernando se le sumó ese día de muchas horas sin su madre, estar en una casa extraña para él, en brazos de algunos adultos con los que no tiene acostumbrado a estar.

Y ustedes se imaginan que como fiesta familiar que era se extendió más de lo que se esperaba. Eran las 11:00 de la noche cuando pase a reunirme nuevamente con mi familia de tres. El bebo estaba inquieto, irritable. No había dormido mucho.

En cuanto pude me aparté con él a una habitación y el esposo me acompañó. Fernando se asió a mí, cerró los ojos y se tranquilizó mientras le tarareaba una de esas melodías que me invento. Se durmió mientras se alimentaba y su mano estaba agarrada a mi blusa. Su padre me hablaba del día y le miraba el rostro algo compungido, quizás por sentirse abrumado por las horas de incomodidad de Fernando sin saber como tranquilizarlo.

Cuando llegamos a casa Fernando seguía durmiendo. Lo puse en su coral-cuna pero a los pocos minutos estaba moviéndose. Lo pase a mi cama, como acostumbro a hacerlo en ese medio colecho que llevo con él y que, felizmente, el esposo apoya. Luego de acariciarlo por un instante el bebo se tranquilizó. Me quedé  fija mirándolo. Respiraba con pausa, con una paz bonita, y su manito estaba asida a el tiro de mi camiseta de dormir.

A media madrugada, casi al amanecer y como de costumbre, iniciaba su ritual de medio despertarse para mamar seno. Lo acerqué a mi pecho, ambos acostados, y acariciaba su cabecita. Volvió a asir su mano del tiro de mi camiseta. Luego bajo la manito y tomó el borde de la tela y la dejó allí. Ya dormido no quitó su mano de allí. Sonrei y lo deje así. Mientras me dormía sentía la fuerza de su mano pequeña aferrada a ese borde de tela.

Así pude ponerle nombre a eso que Fernando busca y encuentra en mí cuando lo amamanto, lo acuno, cuando me ve después de horas de separación, cuando su pequeñito mundo cambia: seguridad, la que espero poderle dar cada vez que la necesite.

Con menos de una semana de nacido, agarradito  a mi dedo.

martes, 5 de febrero de 2013

El pediatra

Foto tomada de http://www.focoblanco.com.uy/2012/06/no-faltan-medicos-pediatras-sobran-pacientes/
El pediatra que recibió a Fernando fue el primero que llegó a mi habitación en la mañana del día siguiente a mi parto. Atento habló con mi esposo unos minutos y nos entregó una especie tarjeta con sus "reglas de pediatra". Las leí y en algunos puntos me quede...sin palabras. Pero a pesar de estar contra muchos de sus consejos un hecho cambio los pensamientos de "posible cambio de pediatra", aunque mi esposo me decía que le sentía buena vibra.

A los once días de nacido, Fernando desarrolló un absceso  llenó de pus, en el lugar donde un mosquito le picó. Yo me quería morir y derramé lágrimas cual Magdalena al pie de la cruz cuando vi que le supuraban eso a mi pequeño. El pediatra, a pesar de preguntar con preocupación si había muchos mosquitos en la zona, no me hizo sentir mala madre. En las siguientes citas siempre ha sido muy amable, revisa a mi hijo, escucha mis preguntas, es atento a las llamadas. Así que le perdone sus incoherencias.

Estos son algunos de los puntos de su guía que he decidido obviar, pues luego de ponerlo en balance he llegado a la siguiente conclusión: el pediatra solo debe velar por la salud física de mi hijo. De cómo consigo que encuentre a Fernando en buenas condiciones cuando lo revisa es asunto mío, y ya entenderán porque concluí esto.

Estás son las perlas para el cuidado de un recién nacido:

*Cargarlo solamente para bañarlo y alimentarlo. ¡No me diga! O sea, que no puedo cargar a mi hijo para jugar con él, besarlo, acariciarlo o dormirlo. No entiendo el afán de tratar a un niño como un aparato que se enciende y se apaga, y menos a un recién nacido que necesita tanto a su madre luego de pasar meses dentro de su vientre, en paz y en el calor acogedor de la placenta. Se imaginan que obvie ABSOLUTAMENTE esta "recomendación".

*Ofrézcale el seno cada tres horas, más o menos, luego de asear los pezones con agua estéril. Con ponerme a mamar 15 minutos en cada seno es suficiente. ¡Por eso es que muchas lactancias se van a la porra! Por eso tu escuchas a muchas madres "es que mis senos se secaron", "no daba suficiente leche, porque el lloraba y no se llenaba". Yo tomé mi manual de lactancia, di y doy mi pecho a demanda. Cada vez que Fernando quería iba yo y le daba mi teta. "Pero ese muchacho solo vive pegado a ti", me dijo mi madre una vez y yo le respondí con una sonrisa para no decir lo que me pasaba por la lengua.

Los recién nacidos maman a demanda, cada hora, cada 15 minutos, cada dos horas...cada vez que ellos quieran. ¿Agua estéril?   Yo solo me pasaba paños húmedos de agua de filtrada en el primer mes. Ya luego eso senos se limpian cuando me baño. Quince minutos...pero será para que el pobre muchacho se muera de hambre o nunca mame suficiente. Yo lo dejaba hasta que soltará y aun lo hago. Ahora toma un seno en menos que eso, pero recién nacido no se puede asumir un tiempo. ¿Será que creen que los niños nacen con reloj integrado?

*Complementar la alimentación con (y puso la marca específica de la leche de formula), si es necesario. Claro que sería necesario si me llevo de la recomendación anterior.

*Acostarlo de lado o boca abajo con la cabeza de lado. A veces, por curiosidad, me pregunto si es que no se actualizan con algunas cosas. Desde hace años se recomienda no acostar a los recién nacidos boca a abajo como medida de precaución ante el síndrome de muerte súbita. 

Eso sí, de su famosa guía celebro un párrafo que va bajo el título "Peculiaridades del recién nacido" y que deberían grabarselo en piedra a todos los padres primerizos:

"Todos los niños estornudan, bostezan, regurgitan, eructan, tienen hipo, expulsan gases, tosen y lloran ocasionalmente, y hasta se ponen bizcos". 

¡Los pediatras, caray!